Se nos ha ido Marisa Paredes, con su prestancia de gran dama y el ademán irreductible de roja que jamás olvidó de dónde venía, niña de la plaza de Santa Ana, a apenas unos pasos del Teatro Español. Su madre era portera. La gran Marisa Paredes. Tenía 78 años y continuaba firme en la pelea, lo mismo dando mítines para la melancólica resurrección de una izquierda imposible que en saraos culturales o rodajes (deja un título pendiente de estreno: Emergengy Exit).
Comenzó en la década de los 60 y lo mismo filmaba una comedia ínfima que un spaguetti western, todo por prosperar en un oficio (el de la farándula) tan ingrato, a veces, y en el que resulta tan áspero el ascenso a la cima.
Marisa Paredes poseía un carisma especial pero tuvo que esperar a que Pedro Almodóvar la colocase en un privilegiado lugar bajo el sol. Entre tinieblas (1983), Tacones lejanos (1993), La flor de mi secreto (1995), Todo sobre mi madre (1999), Hable con ella (2002). Son algunos de los mejores títulos de Almodóvar y contienen algunas de las mejores interpretaciones de Marisa Paredes.
Qué tiempos aquellos.
Los 90 fueron años dorados para Marisa Paredes y la modernidad adornaba el cine español, como si la fiesta nunca fuese a terminar.
Pero concluyó.
Y volvió la España de capea y escupitajo al suelo, las comedias ínfimas a la cartelera y ni siquiera regresaron los spaguetti westerns, que ya podrían.
No nos distraigamos.
Estamos hablando de (rindiendo homenaje a) Marisa Paredes, quien trabajó con Roberto Begnini en La vida es bella (1997) y con el mexicano Arturo Ripstein en Profundo carmesí (1996) y El coronel no tiene quien le escriba (1999).
Caigamos sin remedio en el tópico y afirmemos que Marisa Paredes era un icono. Lideresa oficiosa de un cine español que pasó de la alpargata a Hollywood y que ahora circula por derroteros varios y ella siempre estuvo allí, en lo indie o en lo mainstream, en lo que fuera.
Su oficio era actuar (también, y mucho, sobre las tablas, fue una gran actriz de teatro) y en ello perseveró hasta el último día.
El invierno se ha llevado a Marisa Paredes.
Pero quedan sus personajes, los colores con los que se vistió para hacernos soñar.
DANIEL SERRANO