Que Black Mirror contiene dentro de sus temporadas sucesivas verdaderas obras maestras no resulta discutible. Desde ese impactante primer episodio que planteaba la posibilidad de que un primer ministro mantuviese sexo con un cerdo en un plató de televisión (por una buena causa) han sido varias las ocasiones en las que esta ficción creada por Charlie Brooker nos ha impactado.
Y, sin embargo, llega la sexta temporada (con Salma Hayek parodiando a Salma Hayek) y nos deja fríos.
Al menos a quien escribe estas líneas.
O sea, sí, no está del todo mal pero…
Lo tenebroso es menos tenebroso y, en muchos casos, se tiende a un manierismo algo escapista. Esas distopías terroríficas de antaño, tan reconocibles por cercanas, no están en Black Mirror 6.
El primer capítulo (con Salma Hayek parodiando a Salma Hayek) se atreve a hacer un sarcasmo cruel sobre el manejo que Netflix puede hacer de nuestros gustos (que tanto dicen de nuestras existencias) pero el guion se queda corto.
Loch Henry (capítulo 2) tiene gracia en su parodia del documental true crime, tan querido por Netflix, aunque tampoco acaba de conmocionarnos.
Beyond the sea (capítulo 3) se hace un poquito largo.
Mazey Day (capítulo 4) retrata la criminalidad del oficio de paparazzi mezclándolo con una historia de monstruo acechante. Bien. Un aprobado justo.
Y… Demon 79… el mejor episodio de todos… Homenaje al estilo 70’s y con interpretaciones fabulosas y mensaje más que interesante. Y estupendos elementos humorísticos.
Ese es el resumen.
Porque esa es otra. Tanto esperar para cinco capítulos de nada. En otros tiempos se ofrecía al espectador una entrega semanal de The Twillight Zone o Alfred Hitchcock Presenta. ¿Para eso pagamos el streaming? Bueno, más allá de que se queda uno con ganas de más, esperemos que la próxima temporada nos resarza de esta pequeña decepción.
Dicho lo cual, admitamos que el peor Black Mirror es mejor que la ingente cantidad de inanidad que fluye por las plataformas.
Así que menos da una piedra.
DANIEL SERRANO
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