Tamames en el último capítulo de la serie ‘La Transición’

Aconsejaba el escritor estadounidense Gore Vidal: “No desaproveches nunca la oportunidad de salir en la tele ni de echar un polvo”. Eso debió decirse (en lo referido a la televisión) don Ramón Tamames y allá que se fue al Congreso de los Diputados, donde ya quedará para la historia su amonestación al presidente del Gobierno por agredirle con “un tocho de 20 folios” en forma de soporífero discurso. Quizá ese fue su momento más brillante ya que el veterano economista tenía toda la razón al criticar la tendencia al exceso en la oratoria española, siempre partidaria de explicar en 10.000 palabras lo que en una frase puede resumirse.

Pero vamos a lo que vamos.

La bufa moción de censura de Ramón Tamames habría de incluirse como epílogo a la serie La Transición que dirigiera allá en los 90 la periodista Victoria Prego.

Esa serie, de impecable factura e innegables méritos, hacía un relato de la Transición que pretendía colocar como motor del cambio democrático a unas élites virtuosas que se entendieron por el bien de España. Al fondo, los españoles, aguardando pacientemente, con mansedumbre, a veces poniéndose revoltosos y muriendo en huelgas o cayéndose por la ventana de una comisaría. Esos españoles que, como cantaba Jarcha, sólo querían “su pan, su hembra y su fiesta en paz”. Disculpen el heteropatriarcalismo.

Pues bien, lo de Tamames en el Congreso significó el regreso de esas élites de la Transición que, octogenarias, se niegan a renunciar a un protagonismo que han acaparado durante decenios. Hasta que llegaron el 15-M, Podemos y Albert Rivera, seguían mandando en política, economía y opinión los mismos que salían en la serie de Victoria Prego. Después llegó el fin del bipartidismo y la impugnación (que aún sigue) de una Transición idealizada que ahora se observa en todo lo que fue de farsa.

¿Y qué hacía un ex comunista como Ramón Tamames entrando en el hemiciclo del brazo de la ultraderecha? Pues lo mismo que Fernando Sánchez Dragó o Gonzalo Santonja, consejero de Cultura de la Junta de Castilla León, ambos provenientes del PCE. Y lo mismo que Felipe González y Alfonso Guerra, convertidos en guardianes de las esencias españolistas y siempre vigilantes de los desmanes marxistoides presuntamente cometidos por Podemos. Muchos ancianos de la tribu que hicieron la Santa Transición (como escribía irónicamente Umbral) se han vuelto muy fachas. Eso es así y hay que asumirlo.

De tanto moderarse han acabado opinando como Ortega Smith, que ya es decir.

La moderación acaba, si te descuidas, llevándote a la extrema derecha de Dios padre.

Don Ramón Tamames hizo el ridículo, en eso estamos de acuerdo. Pero es que la generación de la Transición lleva haciendo el ridículo mucho tiempo. Aunque tendríamos que aclarar que eso que se ha denominado generación de la Transición se limita a aquellos que han patrimonializado una lucha por la democracia que fue mucho más amplia y en la que hubo verdaderos combatientes heroicos, gente de a pie que nunca renunció a sus ideales y continuó manifestándose en la calle por toda causa justa incluso después de perder el referémdum de la OTAN.

España y yo somos así, señora, sentenciaban los galanes de antaño, aromados de Varón Dandy y hediondos de coñá Soberano. Pues Tamames es la España de antaño que ya se va pero no acaba de irse, y vuelve ahora en el caballo blanco de Santiago (Abascal), quien tuvo que madrugar por un día para acudir a la moción de censura, vaya por Dios.

Sea como sea, instamos desde aquí a Victoria Prego a ampliar su serie La Transición. Y a Canal Red a que aborde un documental que ofrezca un relato alternativo de aquellos años, sin tanto rey Juan Carlos y más Marcelino Camacho.

DANIEL SERRANO