Hablemos de Todo empieza en septiembre. Una espléndida y trepidante novela con algo de Los tres días del cóndor (pero sin Robert Redford) y un poco de Pepe Carvalho retirado de matar a Kennedy e, incluso, cierto color barojiano en su daguerrotipo actual de un Madrid castizo y fatalmente cosmopolita a partes iguales. A Daniel Bernabé le conocíamos como ensayista (de La trampa de la divesidad en adelante) y opinador en medios, y ahora reclama su lugar bajo el sol en el territorio de la ficción, donde otros escriben estampas de Nueva York sacadas de Google Maps y él toma la antigua carretera de La Coruña para detenerse en un taller de reparaciones cerca de Villacastín, en cuyas inmediaciones se ha escrito un crimen.
Lo que quiero decir es que Todo empieza en septiembre resulta un divertimento magnífico pero no elude el retrato certero de esta España nuestra que abunda (aún) en conspiraciones de capea diseñadas por empresarios, jueces, militares y caciques de antaño (con la inestimable colaboración de sus nietas o nietos, influencers o emprendedores digitales).
Está también, claro, la parte de relato generacional, ese adiós a las armas de quienes cumplieron los cuarenta y siguen en los bares, esperando algo. Somos una generación que siempre pierde escribí yo una vez (disculpen la autocita), y en realidad esa es la frase que nos define a todos través de los siglos salvo que sea uno Felipe González.
Todo empieza en septiembre cuenta la vertiginosa aventura de un escribidor que habita una buhardilla, consume demasiada cocaína para su edad, anhela algún tipo de revolución y, de repente, se le ofrece una fotografía que contiene un enigma amenazador. La posibilidad de que la democracia española salte por los aires en vísperas de las elecciones precipitadas por el desacuerdo entre PSOE y Podemos allá por 2019.
Digámoslo claramente. Daniel Bernabé escribe jodidamente bien. Tiene una envidiable prosa que brilla especialmente en ciertas descripciones. Y un ingenio espléndido para la creación humorística mediante la ironía, la sátira y la cruel burla, que a veces no está mal burlarse de alguna gente con crueldad, si de quienes hablamos es de los poderosos.
Oiga, dirá alguien, se está usted poniendo estupendísimo y no sé si exagera las virtudes de esta novela.
Pues no.
A ver, puede que quizá en Todo empieza en septiembre pueda detectarse, mirando con lupa, alguna debilidad narrativa, una dosis de exceso, piruetas argumentales que (sobre todo en el tramo final) se colocan al filo de la inverosimilitud. Pero da igual. El caso es que Bernabé lleva a buen puerto su novela, le perdonamos si acelera demasiado en alguna curva, le agradecemos que nos haya hecho disfrutar y estamos deseando leer lo siguiente que escriba.
Es así de fácil.
Y Todo empieza en septiembre contiene más literatura (estoy seguro) de la que hay que en los diez primeros puestos de la lista de más vendidos, por mucho premio primavera o Planeta o lo que sea.
He dicho.
DANIEL SERRANO
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