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Vigencia y plenitud de Juan Antonio Bardem

AMIGOS Y FAMILIARES ACUDEN AL FUNERAL DE CARLOS BERLANGA RSF / ©KORPA 11/06/02 MADRID *** Local Caption *** FRIENDS AND RELATIVES COME TO CARLOS BERLANGA ¿s FUNERAL

En su entierro la farándula cantó La Internacional puño en alto, allí en el cine Doré, filmoteca con chinches donde (quizá en otros tiempos, no sé ahora) se guarecían los mendigos de la lluvia y acudían ancianos en busca de chaperos baratos. Templo de la cinematografía española. Imagínense. Yo le di de fumar a Juan Antonio Bardem en cierta ocasión. Fue con motivo de la presentación en 2002 de su fabuloso libro de memorias (Y todavía sigue… –ahora reeditado-) y el eximio cineasta se fumó mi Marlboro en el mismísimo patio de butacas donde habíamos realizado la entrevista. Tirando la ceniza al suelo. Pero era Bardem y había inventado el cine en España así que tenía derecho a fumar allí dentro e, incluso, a quemar el cine si eso le apetecía.

Fue comunista hasta el final y resultó enternecedor ver a cómicos en aguerrido ademán leninista dándole el último adiós, no sé si hoy Paula Echevarría o Mario Casas hubieran hecho lo mismo.

Eran otros tiempos: Fernando Vizcaíno Casas y Juan Antonio Bardem se habrían fusilado mutuamente pero compartieron tabaco en numerosas ocasiones, una cosa es la política y otra negar la nicotina al prójimo.

Pero más allá del nefando vicio de fumar, vayamos a las películas de Juan Antonio Bardem, prodigios cinematográficos y apuntes al natural de lo que fuimos y de lo que somos.

Están las obvias obras maestras: Cómicos (1954), por supuesto, que es como Eva al desnudo pero en Zamora, Muerte de un ciclista (1955) con Alberto Closas y Lucía Bosé exhibiendo sus respectivos magnetismos, Calla Mayor (1956) o la desolación irresoluble de la provincia española, el aburrimiento, la crueldad, ese aire irrespirable de una España seca y miserable que, todavía, atufa ciertos páramos de nuestro país.

Pero hay más, mucho más en el cine de Juan Antonio Bardem.

Hay que reivindicar El puente (1977), que coloca a Alfredo Landa al final del landismo, predica a Marx desde la psicodelia y resulta un exceso absolutamente disfrutable si se aborda sin prejuicios. Aprovechemos para recomendar también Solo de moto, la novela breve de Daniel Sueiro en la que se basa la película.

Y habría que poner en los institutos de secundaria Siete días de enero (1977), imperfecta y tremendista a ratos, documental sobrecogedor en otros momentos, pieza histórica con material del Partido Comunista de España que ilustra la épica manifestación que despidió en Madrid a los abogados de Atocha asesinados en 1977 por la ultraderecha.

Juan Antonio Bardem era un buldócer capaz de desbrozar todo terreno fílmico.

Pero ¡si hasta dirigió a Omar Sharif en una adaptación de Julio Verne titulada La isla misteriosa (1973).

Y qué decir de Jarabo (1985), episodio de La huella del crimen interpretado por un Sancho Gracia extraordinario.

Con la llegada de la democracia quedó Juan Antonio Bardem exiliado de las salas de cine (hizo series para televisión como Lorca: muerte de un poeta –1987- y El joven Picasso –1993-) hasta que pudo rodar Resultado final en 1997, con Mar Flores de protagonista. Fue su despedida como director.

Siempre soñó con filmar Regreso a la calle Mayor pero nadie le financió ese proyecto.

Murió en 2002 y cubrieron su féretro con la heroica enseña del PCE, y a su funeral laico en la Filmoteca acudió la entonces ministra de Cultura, Pilar del Castillo, que aunque integrada en el gobierno de José María Aznar se sabía La Internacional por haber militado en Bandera Roja cuando los dinosaurios dominaban la tierra.

 

Y ahora, este 2 de junio, Juan Antonio Bardem hubiera cumplido 100 años y leves homenajes se han realizado en esta España ingrata. Más bien habría que promocionar que Juan Antonio Bardem (o sea, su obra) sea conocido por la juventud milennial o Z y también por los mayores, porque sus películas curan la idiotez. Y son realmente buenas, que es lo que importa

Mejor Juan Antonio Bardem que Netflix.

Sin Élite se puede vivir pero ¿de verdad la experiencia de contemplar Calle Mayor resulta prescindible? Por supuesto que no. Como mirar un cuadro de Goya o la catedral de Burgos.

Yo convidé a Juan Antonio Bardem a un cigarrillo y eso tiene su importancia en mi memoria sentimental. Pero lo importante son sus películas. Descúbralas quien todavía las desconozca. Salud, camaradas.

DANIEL SERRANO

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