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Para leer en la piscina / El balneario

Men relax and bathe in Chemberlitas baths, Instanbul, Turkey. (Photo by In Pictures Ltd./Corbis via Getty Images)

Un divertimento veraniego para reivindicar a Manuel Vázquez Montalbán, fabulador de intrigas policiales que en El balneario ubicó al detective Pepe Carvalho en el territorio abierto de la comedia. Como Un cadáver a los postres que retratase la España del pelotazo, con el PSOE entregado a la jet-set y descubriendo los placeres de la dolce vita.

El balneario se publicó en 1986 y transcurre en una clínica de adelgazamiento que es un trasunto de la Buchinger de Marbella, a donde el propio Vázquez Montalbán acudió para purgar sus excesos gastronómicos (también Vargas Llosa era cliente asiduo).

Así que, mientras Pepe Carvalho pasa hambre para purificarse de tanto exceso de coñá y comilonas a medianoche, se produce un asesinato en el balneario activándose el motor de una trama por la que desfila un plantel de personajes que representan la sociedad española de aquellos lejanos 80.

Hay, incluso, escenas de lucha de clases en el lujoso establecimiento de retiro.

El balneario es una novela excesiva, humorística al 100%, con algo de desfase.

Muy divertida.

Muy Vázquez Montalbán.

Falta un escritor como Manuel Vázquez Montalbán en nuestros días. Alguien capaz de condensar en forma de noir el espíritu de época. La historia de la Transición puede leerse en la serie de volúmenes protagonizados por Carvalho.

Quien, por cierto, tuvo poco éxito en sus adaptaciones al cine o la tele. Le puso cara Patxi Andión (en el largometraje Asesinato en el Comité Central) y también Eusebio Poncela para la televisión y, antes de todo, Carlos Ballesteros en Tatuaje.

En El balneario está Carvalho ya de muy de vuelta de todo e, incluso, ha cedido a la tentación de la vida saludable.

Con lo bien que bebía, fumaba (habanos) y comía el detective barcelonés por excelencia (aunque nacido en la profunda Galicia).

A Manuel Vázquez Montalbán conviene volver de vez en cuando. Incluso más allá de su obra policíaca. Autobiografía del general Franco es una grandísima obra. Y están otros títulos como El estrangulador o Y Dios entró en La Habana.

Echamos de menos a Vázquez Montalbán porque supo combinar vitalismo e ideología. No por ser comunista ha de privarse uno de una comida opípara y un buen vino, caramba.

Y en El balneario se produce una celebración de verano que también es un dibujo de esa Marbella a la sombra de las altas palmeras, tras la vegetación de los muros, sudando y tratando de adelgazar. Mientras, extramuros, el verano resulta exhuberante.

Un excelente libro para refrescarse del calor estival asfixiante. El verano es una estación ideal para las novelas policíacas (también Donna Leon resulta gratificante cuando la temperatura sube demasiado).

Lo que pasa es que en El balneario la gastronomía es placer culpable y no hay (que yo recuerde) las grandes recetas pantagruélicas que se incluyen en otros libros.

Homenajeemos a Vázquez Montalbán, cuyas novelas siguen presentes en las librerías y por algo será. Se le admiró en Europa entera, y en su honor bautizó como comisario Montalbano a su personaje principal el gran Andrea Camilleri.

Leamos El balneario y que el verano sea leve.

DANIEL SERRANO

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