A todas las mujeres que fueron adolescentes o young adult a finales del siglo XX y principios del XXI, le sonará seguro Felicity. Una serie feel good, que narraba con inocencia y poco drama el paso de la adolescencia a la etapa adulta. Fue allí donde conocimos a Keri Russell, que posteriormente triunfaría con The Americans, pero también a Scott Foley y Scott Speedman, que han tenido menos éxito, pero cuya imagen no se nos va de la cabeza.
Felicity plasma ese cambio de etapa pero lo que verdaderamente es, y no lo esconde, es un triángulo amoroso. Ben o Noel, Noel o Ben. El amor de la infancia, el chico malo (todo lo malo que puede ser en una serie tan blanca como esta) o el amor más maduro, el hombre que daría todo por protegerte. Spoiler: al final escoge al chico malo.
¿Y quién fue el artífice de todo esto? Aunque no lo creas, J.J. Abrams, más conocido por ser la cabeza pensante detrás de la extraña, pero brillante, Lost. Él fue quien ideo la historia pero parece que poco a poco se fue cansando de ella y la dejó de lado para dedicarse a Alias, su siguiente éxito.
¿Por qué triunfó Felicity?
A diferencia de otras series enfocadas al público joven como Sensación de Vivir o Melrose Place, las tramas rocambolescas no formaban parte del imaginario de Felicity. En esta serie veíamos a una protagonista transitando por esta etapa crucial en el desarrollo, lidiando con los típicos problemas que podríamos encontrarnos todos.
No, en Felicity no te ibas a encontrar asesinatos, infidelidades extravagantes o pérdidas de memoria del protagonista tras caerse por una escalera. Era todo mucho más pausado, naif incluso. Y en todos y cada uno de los capítulos veíamos a Keri Russell con un pavo infinito llorando por las esquinas porque Ben no le hacía caso o porque Noel le hacía demasiado.
Era fácil identificarte con la protagonista porque era una persona real con problemas reales. No así con su contemporánea Dawson Crece, serie con la que era difícil empatizar, puesto que no entendías la mitad de las cosas que decían. Demasiada profundidad para unos personajes que se suponía que tenían 16 años. Pero Felicity no era así. Deshojaba una eterna margarita mientras transitaba la soledad, valoraba la amistad y aprendía grandes lecciones que le hacían madurar en cada capítulo.
Tramas secundarias con poco peso
Felicity tuvo casi siempre el mismo reparto en sus cuatro temporadas. Además del trío protagonista, que no podía faltar, nos encontramos con Amy Jo Johnson que interpretaba a Julia Emrick, una aspirante a cantautora que compartía dormitorio con Felicity y que se convierte en su confidente. La habíamos conocido como la Power Ranger rosa y, tras su paso por Felicity, no tuvo demasiados papeles importantes.
También estaba Elena, interpretada por Tangi Miller. Este personaje era la otra mejor amiga de Felicity, y parecía que la habían contratado para cumplir el cupo racial de la serie. ¿Por qué? Porque en las cuatro temporadas no tiene ni una sola trama interesante en la que ella sea el centro.
Los dos personajes que sí brillaron con luz propia fueron los que, en principio, menos tenían que hacerlo. Estamos hablando de Amanda Foreman, como la gótica y raruna Meghan, y Greg Grunberg como Sean, un persistente inventor de cosas inútiles. La primera era la compañera de habitación de Felicity y proporcionaba el punto más realista a la visión naif de la vida de la protagonista y el segundo era el alocado compañero de piso de Ben, que ponía el toque ligero a la profundidad que pretendían darle a la serie.
Leía por ahí que Felicity no ha envejecido mal pero yo añadiría que no ha envejecido mal para el público que la disfrutó en su momento y que hoy ya peina canas. Los jóvenes de hoy en día buscan ritmos más frenéticos, historias más enrevesadas y sexualidades más evidentes. Felicity no era esto. Era calma, era amistad, era amor. Y era un pelo rizado al viento.
SARA FLAMENCO