“He sido rehén de una actriz impredecible” dijo este verano el director Paul Schrader acerca de la participación de Lindsay Lohan en su película The Canyons. Así es LiLo, un huracán incontrolable capaz de quemar su talento y belleza a marchas forzadas.
Su madre era bailarina y su padre probó suerte en Wall Street y en el mundo de la hostelería con idéntico resultado: bancarrotas y problemillas con la ley. Ambos se separaban y se volvían a juntar según vinieran las cosas dadas. Lindsay ha declarado alguna vez que tuvo una infancia feliz pero de aquella manera. Y con su padre no se habla.
En cualquier caso, Lindsay tuvo poca infancia. A los 3 años su mamá ya la mostraba en anuncios para la tele y a los 11 se convierte en chica Disney. Pecosa y mona, es el prototipo de buena chica.
Harta del edulcorado mundo Disney decidió dar un giro a su carrera y en 2006 rodó con Robert Altman El último show y con Emilio Estevez Bobby, dos películas independientes que la convirtieron en una joven promesa de la interpretación. Pero la promesa se quedó en nada y en 2007 inicia su camino a la celebridad por la vía del desparrame.
Ese 2007 es juzgada por conducir borracha y llevar en el bolso una buena cantidad de estupefacientes. Se le condena a servicios sociales y a someterse a un proceso de rehabilitación. Está en libertad vigilada pero Lindsay continúa con su vida disipada y acaba con sus huesos en la trena: 13 días pasa en una penitenciaria. Esto es en el 2010. Antes de su ingreso en prisión ha entrado y salido de centros de desintoxicación, ha atropellado con su coche a algún paparazzi y hasta le han acusado de birlar un abrigo de visón.
La mala vida le gusta a LiLo más que a un tonto un caramelo y, para colmo, se junta con otras que tal bailan. Véase el caso de Paris Hilton, de la que se hace amiga del alma y compañera de juergas para luego enfadarse y ponerse a caldo la una a la otra. Paris Hilton la llamó drogadicta y cosas peores. Menos mal que Lindsay no la tenía a su alcance porque en más de una ocasión las broncas de bar de LiLo han acabado, al parecer, en peleas a puñetazo limpio.
Entre borracheras y escándalos, Lindsay Lohan ha tenido tiempo para acumular un abultado número de romances más o menos efímeros. El actor Wilder Valderrama fue uno de ellos. Después vinieron (si hacemos caso a la ingente cantidad de material publicado sobre la actriz con respecto a su vida privada): el cantante Ryan Adams, el también cantante Aaron Carter, Calum Best (hijo del futbolista pop George Best), el actor Jude Law, la DJ Samantha Ronson (ah, se nos olvidaba, LiLo se declara bisexual), Riley Giles (uno que practica snowboard), Leonardo Di Caprio y Bruce Willis, entre otros.
Así es Lindsay Lohan. La niña de Tu a Bostón y yo a California sigue a trompicones con su carrera cinematográfica pero resulta una actriz tan problemática que sus proyectos se frustran muy habitualmente. Sucedió, por ejemplo, con Lovelace, biopic sobre la actriz porno Linda Lovelace, protagonista de Garganta profunda. El papel principal iba a ser para LiLo pero se puso tan pesada que la largaron y eligieron a otra. Con Paul Schrader ha tenido más suerte y The Canyons se ha estrenado en el Festival de Cannes. Pero es seguro que el director no repetirá. Al comentario citado más arriba añadámosle otro: “Trabajar con Lindsay Lohan ha sido una experiencia agotadora”