Concluye la Paris Fashion Week 2025 y Chanel exhibe sus últimas creaciones para el otoño / invierno de un futuro incierto.
La firma continúa sin nadie en la dirección creativa, aún no se ha resuelto la crisis abierta por la marcha de Virginie Viard, que fue colaboradora eterna de Karl Lagerfeld, luego le sucedió y finalmente dejó su puesto en mayo de 2024.
No hay dirección creativa pero Chanel tiene una potencia artística suficiente como para que su maquinaria funcione de modo autónomo, ubicándonos en un lugar detenido, un escenario que no es pretérito ni venidero, superposiciones mil, capas sobre capas, elementos que se cruzan entre el clasicismo y un leve soplo de innovación.
Los tejidos, colores y formas de Chanel regresan y todo es reconocible y da una sensación de seguridad que resulta agradable en estos días en que todo parece guardar un terrorífico equilibrio al borde del abismo.
La vida sigue igual, con permiso de Julio Iglesias (ahora biografiado muy literariamente por Ignacio Peyró: se lo recomendamos).
Y en el Front Row también lo habitual en Chanel: princesas, Vogue y modelos colosales de antaño cuando las modelos eran realmente colosales.
O sea, por ejemplo, Carlota Casiraghi, Naomi Campbell o Anna Wintour, el diablo vestido de Prada.
Sucedió en el Grand Palais de París. Como siempre. El mismo mar de todos los inviernos futuros.
Otra semana de la moda en una encrucijada de destinos, en un mundo poco proclive al optimismo y, sin embargo, con una élite que ejecuta una perfecta simulación de la fiesta que sí existía en otros tiempos.
Quién sabe.
