¿Recuerdas El Gran Juego de la Oca? Si tu respuesta es afirmativa, seguro que ya peinas canas y, por otro lado, seguro que el recuerdo del programa es amable y divertido, ¿verdad?
Emilio Aragón, Patricia Pérez, Lydia Bosch, pruebas, risas… Pues te vas a sorprender con lo mal que ha envejecido un programa que tenía elementos más turbios que los pasillos de Sálvame.
Ha sido Sonia Mangas quien, con hilo imprescindible, ha puesto en perspectiva las faenas que les hacían a participantes e invitados en este mítico programa. Programa que, por cierto, se emitió entre 1993 y 1995 en Antena 3 y en 1998 en Telecinco.
Y otro por cierto, en la segunda temporada y última en Antena 3, Pepe Navarro e Ivonne Reyes eran los presentadores, además de Eugenia Santana. Mientras, en su única temporada en Telecinco, se apostó por Andrés Caparrós, Elsa Anka y Paloma Marín.¿Qué puso salir mal?
La mecánica era sencilla. Cuatro jugadores (dos hombres y dos mujeres) que empezaban con 600 euros y por cada casilla avanzada, les daban 60 euros más. Al caer en cualquier casilla, debían apostar parte de ese dinero acumulado y si superaban la prueba, lo duplicaban. Si no, lo perdían.
¿Cuál era el problema? Pues que para llevarse el premio, los concursantes debían ser enterrados en un ataúd, interaccionar con serpientes o gusanos, recibir una guasca en plena cara de las Oquettes, el grupo de baile del programa o salir de allí con el pelo rapado por el famoso Flequi.
Un excelente trabajo tuitero de Sonia Mangas nos ha desvelado el lado oscuro y turbio de aquel espacio icónico de la noche de los tiempos.
Sí, la casilla 52 tenía a este personaje que hacía tres preguntas a quien cayera en ella, dando 5 segundos para responder. Si fallaba alguna, le rapaba la cabeza en el caso de los hombres o le cortaba la melena en el caso de las mujeres. Baste decir que de los 16 concursantes que cayeron en la casilla, ninguno acertó las tres preguntas, pues la última siempre era muy complicada. En caso de que el concursante no quisiera un cambio de look, podía evitar el corte de pelo a cambio de todo su dinero. Lo dicho, era el infierno en vida, condensado en un tablero gigante de 63 casillas.
Y a pesar de todo, cada año hay quien reivindica su vuelta, como si más de la mitad de las pruebas no se fueran a prohibir en la actualidad. Está claro que eran otros tiempos.
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