Vi Oppenheimer en un una sala repleta de un público muy joven y, antes de que diera comienzo la proyección, me temí lo peor. ¿Resistiría este tipo de audiencia las tres horas de duración de la película sin caer en el vicio de la conversación o el ruido, sin levantarse de la butaca, sin posibilidad de escape? Cuando la pantalla se iluminó quedaron mis dudas resueltas. Contemplamos Oppenheimer en una suerte de trance colectivo, sin un solo murmullo durante todo el metraje, en esa emocionante hipnosis que provoca el mejor cine.
Christopher Nolan es un chamán fabuloso y Oppenheimer un prodigio cinematográfico, un ejercicio de estilo monumental. No importa tanto si el espectador comprende la totalidad de la trama o quedan en su memoria los nombres de científicos o personajes históricos que desfilan por el relato. Lo realmente relevante es la capacidad para atrapar nuestra atención, jugar con las imágenes y la música, exhibir el inmenso talento de los intérpretes, mantenernos en un ascenso permanente hasta un clímax que conduce al devastador silencio de un apocalipsis atómico.
De Memento a Interestellar pasando por Insomnio, El caballero oscuro o Dunkerque, Christopher Nolan es una máquina de generar piezas maestras y, por fin, la Academia de Hollywood se lo ha reconocido de manera rotunda.
Hay vida más allá del hype, ese concepto repelente inventado por los publicistas para convencernos de que naderías del streaming absolutamente prescindibles son de obligatorio visionado.
Oppenheimer (junto a Barbie) recuperó este 2023 al público joven para las salas. Me comentaron que el director de cine Nacho Vigalondo había asegurado que Opppenheimer es “cine de superhéroes sin superhéroes”. Y algo de eso hay. Nolan no tiene reparo en utilizar códigos del cine de la Marvel (o DC) para contar la historia del padre de la bomba atómica. Me refiero a ese súper musculado reparto, tan colectivo como el de Los Vengadores, o a la música incesante y a todo volumen, o la fragmentación de la narración, y qué decir de los villanos traicioneros y el súper grupo que lucha para llevar a cabo su misión.
Y todo rodado con la sofisticación exquisita de Nolan, puro cine, conversaciones trepidantes, un protagonista tan atormentado como Batman frente a Joker.
Oppenheimer tendrá su lugar en la historia del cine.
Y la Academia de Hollywood, esta vez, acertó.
DANIEL SERRANO