Las películas que David Lynch no rodó

Las películas que David Lynch no rodó

Repasan en Variety los proyectos que David Lynch jamás pudo sacar adelante. El autor de obras maestras como Terciopelo azul, Mullholand Drive o Carretera perdida abundaba en grandes planes pero Hollywood no siempre estuvo a la altura.

Quiso hacer su versión cinematográfica de La metamorfosis de Kafka, realizó trabajos preliminares para dirigir El dragón rojo (¿como hubiera sido el encuentro entre Lynch y Hannibal Lecter?) pero el proyecto fue a otras manos, propuso biografiar a Marilyn Monroe colocando a Robert Kennedy en el papel de asesino, pretendió sacar adelante un spin-off de Twin Peaks. Todo se perdió como lágrimas en la lluvia, que mascullara el replicante.

David Lynch no era garantía de éxito en taquilla aunque, a veces, el público respondiera positivamente (véase El hombre elefante o Corazón salvaje) así que no es de extrañar que el dinero de Hollywood no siempre estuviera disponible para sus ocurrencias.

En Variety citan un sinfín de ideas que Lynch puso en circulación a lo largo de su carrera con la esperanza de convertirlas en películas.

El proyecto más reciente (y el que más cerca estuvo de ponerse en marcha) fue una serie para Netflix titulada Wisteria o Unrecorded Night. La maldita pandemia frenó en seco el trabajo y ya no se reanudó jamás. Variety habla de que había previsto un presupuesto de 85 millones de dólares y que Lynch había reclutado a Peter Deming, director de fotografía de Carretera perdida y Mullholand Drive.

Hemos perdido un buen puñado de propuestas lyncheanas y eso duele.

Sobre todo ahora, que ya se ha ido para siempre el genio que nos deslumbró, hace tanto, con Cabeza borradora.

Suena Blue Velvet a modo de responso fúnebre.

Adiós a un maestro.

Y a las películas que nunca pudo rodar.

Nos quedaremos con un último recuerdo: David Lynch convertido en John Ford por obra y gracia de Steven Spielberg. Sucedió en Los Fabelman, una película fallida salvo en ese epílogo que incluye una divertida lección de cine.

David Lynch, tan distinto de John Ford y, sin embargo, tan Hollywood. Su cine bordeaba el experimentalismo, bebía de las vanguardias europeas y, pese a todo, resultaba profundamente estadounidense. Esa iconografía tan del cine negro clásico, sus atmósferas enfermizas, los escenarios angelinos con un horizonte de luces inmenso extendiéndose en la oscuridad de la noche.

Adiós a David Lynch.

Seguiremos viendo (una y otra vez) sus películas.

Y lamentaremos todo aquello que no pudo ser culminado.

DANIEL SERRANO

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