Postales de veranos pretéritos / El álbum de fotos de Gunilla von Bismarck

Postales de veranos pretéritos / El álbum de fotos de Gunilla von Bismarck

Cuando Marbella era una fiesta allí estaban siempre Gunilla Von Bismarck y Luis Ortiz, al alimón, casados o recién divorciados, lo mismo daba. Ella era y es condesa alemana, rubísima, con eterna sonrisa, impenitente ave nocturna, la felicidad de una jet-set a la que bastaba, por entonces, una botella de J&B y un paquete de Ducados al borde del mar Mediterráneo, en el Don Pepe Gran Meliá.

Estamos hablando de un icono hoy (quizá) un tanto olvidado pero que salía mucho en la tele, y a veces opinando hasta de política. Una vez la oímos entre fiesta y fiesta decir que el comunismo no le gustaba, lo cual tenía toda su lógica en plena Guerra Fría.

Era la Marbella de los 80 y aún antes, véase esta instantánea en la que Gunilla von Bismarck es una niña rubia que posa para la foto de familia con los Onassis y un jeque que pasaba por allí.

 

Luego Gunilla von Bismarck se casó con Luis Ortiz, perteneciente a la divertida pandilla marbellí conocida como Los Choris, chavales de buena familia que tendían a la juerga y al sablismo. Se creó la pareja perfecta, hubo boda en 1978, se divorciaron en 1989 y siguieron viviendo juntos hasta hoy, sin problema.

Después irrumpió Jesús Gil, y Gunilla von Bismarck se alió con aquel voraz cachalote que llenó Marbella de estatuas rusas y torres de apartamento ilegales.

(En primer término de la fotografía, los cubatas que se trasegaban -sin complejo alguno- en aquellos tiempos).

Murió Gil y siguieron otros saqueando las arcas municipales pero en la discoteca de Olivia Valère (D.E.P.) se bailaba de lo lindo. Véase al barón von Thyssen moviendo el esqueleto de luto riguroso.

Gunilla von Bismarck, que todavía alcanzó a asomarse por Tómbola alguna vez, fue sustituida en el candelabro del famoseo por un sinfín de personajes que carecían (y carecen) de su gracia naíf.

Se convirtió en un personaje de otro tiempo. Jamás tuvo necesidad económica de exhibir sus miserias en programas de televisión ni tampoco hubiera sabido cómo insultar adecuadamente. Estudió el bachillerato en un excelente colegio a las afueras de Estocolmo. Eso imprime carácter.

El caso es que echamos de menos verla bailando y sudando a chorros en las noches de Marbella, captada su silueta por las cámaras en alguna gala por los niños pobres o por el cáncer y cosas benéficas así.

Al lado, siempre, de Luis Ortiz. En un verano que jamás termina.

Lo del dolce far niente lo inventaron ella y él aunque, en realidad, seguro que están siempre haciendo algo.

Gunilla von Bismarck tiene 72 años y su melena rubia es el verano un poco Scott Fitzgerald con olor a jazmines y la luna redonda detrás de las palmeras. Y tirarse a la piscina al acabar la fiesta, empapando el vestido carísimo para huir del bochorno, qué mas da, mañana me compro otro. Ya está amaneciendo, mira.

DANIEL SERRANO

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