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Series de sobremesa para veranos pleistocénicos

Nos gusta recordar porque el ser humano es así, pura memoria, y hubo un tiempo (antes de Netflix) que después de comer, en las calurosas sobremesas de verano, se veía en la tele lo que ponían. Si te gustaba, bien. Si no te gustaba, ahí tenías el montón de tebeos con los que entretenerte: DDT, Lily o Creepy. A elegir. Hablamos, por supuesto, del pleistoceno, cuando la niñez era una larga E.G.B. antes del B.U.P. y el C.O.U. Podría ser peor y que les hablásemos del PREU, que tiene hasta película con Karina.

A lo que vamos.

Series de antaño.

Por ejemplo.

Cuentos del mono de oro

Una imitación descarada de En busca del arca perdida con Stephen Collins en un trasunto de Indiana Jones con hidroavión propio. Apasionó a niños y jóvenes del momento (allá por 1982) pero solamente se rodó una temporada. Resultaba demasiado cara. Luego, pasados los años, Stephen Collins confesó ser un abusador de niños compulsivo que había cometido graves agresiones en los 70 y 80 y después había vivido atormentado tratando de componer sus impulsos. Una historia mucho menos divertida que las peripecias de acción que desarrollaba esta estupenda serie.

El gran héroe americano

Se estrenó en España en el verano de 1984 y causó furor. Su sintonía resultaba fabulosa y, sobre todo, nos gustaba cuando Robert Culp presentaba su credenciales: “Bill Maxwell, FBI”. ¿Y qué decir de la presencia de la icónica Connie Selleca? En cuanto a William Katt, seguramente a él le hubiera gustado hacer otro tipo de papeles (como el surfer melancólico de El gran miércoles) pero la vida de un actor es así. Se trabaja en lo que a uno le ofrecen.

El equipo A

Otro clásico de los 80. Venga explosiones y venga frases imbéciles que a los chavales les encantaban y que hoy lucen en camisetas (“me encanta que los planes salgan bien”). Era una serie bastante repetitiva aunque, de pronto, algún capítulo se salía del molde y te quedabas mirando.

El coche fantástico

Era una serie mala y hortera hasta decir basta pero daba la vuelta y te acababa atrapando por esa bajísima estofa que exhibía sin pudor. Actuaba mejor Kitt que David Hasselhoff, que volvería al eterno verano con Los vigilantes de la playa. Lo mejor, que inspirase la canción Kitt y los coches del pasado, creada por esa magnífica banda con amor a lo retro que tiene por nombre Ladilla Rusa.

Verano azul

Imposible escribir un artículo de estas características y no mencionar Verano azul, serie mítica creada por Antonio Mercero que influyó en varias generaciones de chavales y chavalas, quienes quedaron traumatizados por la regla de Bea (“ya es mujer”) y la muerte de Chanquete. En su momento tenía un punto progresista, no sea crean, pero al revisarla hay cosas que claman al cielo. Siempre nos acordamos del capítulo en que el padre de uno de los críos de la pandilla, en braga náutica y copa de coñá en mano le grita a su hijo desde la puerta de un bar: “¡Dile a tu madre que no voy a comer, que me he encontrado con un amigo!”. Y la madre en el apartamento haciendo la paella. Tela. Pese a todo, en el corazoncito de mucha gente de diversa edad está ese verano en Nerja como uno de los recuerdos estivales imprescindibles. Aunque, ojo, se estrenó en invierno. Eso sí, las interminables reposiciones ya fueron caniculares.

DANIEL SERRANO

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