Postales de veranos pretéritos / Aznar en Oropesa

Postales de veranos pretéritos / Aznar en Oropesa

El hoy musculado ex mandatario de evanescente bigote ganó unas elecciones leyendo versos del comunista Rafael Alberti, hablando catalán en la intimidad y mediante la teoría (hoy olvidada) de la Segunda Transición. Supo José María Aznar convencer a España de que era un derechista moderado y un hombre de clase media como la mayoría del país, y dentro de esa estrategia tocaba veranear en Oropesa del Mar. Unas vacaciones de persona normal y corriente, con mucho pádel y en bicicleta por la urbanización. Corría el año 1996 y acababa de firmar sobre el piano del hotel Majestic un acuerdo para que Convergència i Unió le prestase su apoyo parlamentario y así ocupar la Moncloa.

Vacaciones mediterráneas como el “amor mediterráneo” que cantaba Bertín Osborne.

El chalé estaba en la urbanización Les Platgetes, donde casualmente tenía también casa de veraneo el caudillo local y emprendedor don Carlos Fabra, que hizo un aeropuerto sin aviones y por esas cosas de la vida acabó en prisión a causa de un fraude fiscal tal vez inesperado.

José María Aznar fue aquel verano del 96 un ciudadano cualquiera a quien el dueño de Porcelanosa le prestaba su esplendorosa villa para pasar el mes de agosto. Como a usted y a mí.

Las fotos de Aznar en la playa de Oropesa se hicieron célebres y también una instantánea de Ana Botella en bañador amarillo, prenda que sorprendió a la prensa convocada porque se transparentaba más de la cuenta, situación de la cual se percató la esposa del entonces presidente del Gobierno solamente cuando compró el ¡HOLA! y contempló el estridente panorama.

Qué tiempos aquellos.

Todo parecía sencillo, nada en el horizonte anticipaba cataclismos como los de ahora y todavía ponían Friends en la tele.

A muy poca distancia, conservaba su brillo de plástico reluciente Marina D’Or / Ciudad de Vacaciones. En realidad, Aznar tendría que haberse ido a pasar las vacaciones a Marina D’Or si quería presumir de persona normal pero eso hubiera sido demasiado.

La prensa de la época recoge la noticia de que la llegada de Aznar a Oropesa del Mar fue celebrada por el entonces alcalde mejorando los accesos a la ciudad y, concretamente, a la urbanización donde veranearía el presidente. Hubo, además, peregrinación de políticos y empresarios a aquel rincón del Mediterráneo, convertido en enclave para enjuagues, negocios y componendas varias.

José María Aznar, un buen día, abandonó Oropesa del Mar y no volvió. Casó a su hija en El Escorial, como si fuese un emperador. Pero eso es otra historia. De quienes acudieron a esa boda de Alejandro y Ana muchos acabarían en la cárcel o ya no están (Rita Barberá fallecida sola en una habitación de hotel, Miguel Blesa suicidado de un disparo en la cabeza).

Sea como sea, Aznar dejó de ser una persona normal y puso los pies encima de la mesa al lado de George W. Bush. Y nos metió en una guerra infame. Se podía haber quedado en Oropesa, la verdad.

DANIEL SERRANO

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