Un padre de familia quiere comprarle a su hijo un buen regalo de Navidad y encuentra una extraña pero adorable criatura en Chinatown. Eso sí, hay tres sencillas reglas que debe cumplir: no darle de comer después de la medianoche, no mojarle y evitar que entre en contacto con el sol. Spoiler: se saltan todas las reglas, una a una.
Así comienza Gremlins, el taquillazo de agosto de 1984. Una mezcla de comedia familiar y terror ligero que hizo las delicias de jóvenes y no tan jóvenes en la década de los 80.
Vale, quizá si tu hijo es demasiado pequeño no es recomendable que la vea una noche si no quieres que tenga pesadillas, pero cuando sea un poquito mayor se lo pasará genial, por mucho que los efectos especiales hayan avanzado mucho.
Curiosidades de ‘Los Gremlins’
¿Sabías que las marionetas que usaron para la película eran valiosísimas? En 1984 no existía el CGI, por lo que todos los Gremlins eran muñecos animatrónicos, que costaban entre treinta y cuarenta mil dólares cada uno. Por eso registraban los coches de los trabajadores del filme cada día para evitar que se llevasen ninguno ‘sin querer’.
Para sustituir a estos carísimos muñecos se plantearon varias opciones, siendo una de ellas la mar de curiosa. El director de efectos especiales, Chris Walas, propuso utilizar a monos con disfraces de Gremlins pero, al realizar una prueba, el mono se puso nervioso y destrozó el despacho de Joe Dante.
Stripe fue uno de los malos malísimos Gremlins que ponen todo patas arriba en la película. Pues bien, según los primeros borradores de guion, el propio Gizmo iba a convertirse en Stripe, pero lo cambiaron porque Spielberg insistió en que el público cogería demasiado cariño a Gizmo como para convertirlo en un ser tan asqueroso. Bien por Steven.
Además, el primer guion era mucho más sangriento y no llegaba vivo al final de la película ni el apuntador. Finalmente, Spielberg metió mano en el asunto y prohibió que matasen ni a Gizmo, ni a Billy ni a su madre. Además, se encargó de rebajar el nivel de violencia de muchísimas escenas para lograr una película más apta para toda la familia.
Chris Columbus tenía sólo 24 años cuando escribió Gremlins inspirándose en las ratas que vivía tras las paredes de su destartalado loft en Nueva York. Se trataba sólo de una prueba de escritura que envió a diferentes estudios sin muchas esperanzas hasta que llegó a manos de Spielberg. Así comenzaba un idilio que continuó con Los Goonies y con Sólo en casa, donde ejerció de director.
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