Lo de construir una pirámide en terreno municipal del madrileño barrio de Hortaleza no salió por el resentimiento de los rojos, que sólo quieren parques y bicicletas por la ciudad. Y mira que Isabel Díaz Ayuso estaba por la labor. El caso es que se estrena Malinche (el 15 de septiembre) sin pirámide azteca pero con carpas fastuosas en el IFEMA, recinto ferial cogestionado (oh) por Almeida y Ayuso. Todo queda en casa. Sea como fuere, hay que admirar en Nacho Cano el arrojo que exhibe. Su musical sobre el “encuentro” de dos culturas (la prehispánica y la de los conquistadores españoles que se fueron a las Indias a por oro y gloria) se ha convertido en una realidad. Contra viento y marea. Sobre todo, nadando a contracorriente de quienes plantean darle una vuelta al relato de “descubrimiento y conquista de América” que tradicionalmente se ha hecho. Nacho Cano prefiere una visión romántica del asunto, sin honduras ideológicas.
Nacho Cano, en rueda de prensa, aseguró que en su musical (que narra la historia de amor entre Hernán Cortés y la princesa azteca Malinche) “no hay buenos ni malos”.
También dejó otro titular: “Los ataques me ponen cachondo”.
De paso, comparó Malinche con (ahí es nada) Evita o Jesucristo Superstar.
Una cosa sí es absolutamente incontrovertible en la argumentación de Nacho Cano. Da trabajo con su espectáculo a 150 personas del complicado mundo de la farándula y eso es un mérito que hay que anotarle.
No es Nacho Cano un advenedizo que invitase a Ayuso a Ibiza para forrarse, en la línea de duques o primos que llamaban para vender mascarillas chinas durante la pandemia. Si de algo puede acusársele es de una ingenua megalomanía. Jamás entendió (ni entiende) qué había de malo en que se invirtiesen recursos públicos en construirle una pirámide.
Claro que no resulta extraño que un tipo tan venerado como él (autor de piezas maestras del pop como Barco a Venus, La fuerza del destino, El 7 de septiembre o Un año más) pierda pie en la realidad algunas veces.
Lo de apoyar a Ayuso es su derecho constitucional aunque a mí, si me preguntan, no sé si en la gestión realizada por la presidenta madrileña de la terrible pandemia vale más el haber mantenido abiertos los teatros o las centenares de muertes de ancianos en las residencias.
El caso es que llega Malinche y no hay pirámide ni protagoniza Chanel (que fue la primera elegida para la obra) pero resulta bastante probable que resulte un éxito de taquilla. Incluso (o aún más) en tiempos tan convulsos y oscuros como este (inflación, guerra, zozobra) la gente quiere entretenerse. Ver una función donde se cante y se baile y se hable de amor.
DANIEL SERRANO
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