Escribe Quentin Tarantino en Meditaciones de cine (Reservoir Books) con la misma torrencial velocidad con que se expresa verbalmente. Este volumen de escritos sobre películas, directores e intérpretes que le han marcado es una deliciosa explosión tarantiniana de análisis fuera de toda norma. Como cuando, por ejemplo, Tarantino sostiene que Travis (Robert de Niro en Taxi Driver) jamás fue a Vietnam. No es un veterano de guerra sino un bocazas que se ha comprado una chaqueta militar en una tienda de segunda mano. Un idiota perdido en un laberinto que le conduce a la violencia.
De hecho, resulta muy interesante el modo en que Tarantino desmitifica a los grandes autores de los 70 (aquellos Moteros tranquilos, toros salvajes del libro de Peter Biskind) y alude a cómo el público de las grandes salas jamás entendió sus motivaciones últimas. Y añade que sin Harry, el sucio no hubiera habido Taxi driver. Aún más: sin El justiciero de la ciudad, protagonizada por Charles Bronson, no hubiera habido Taxi Driver.
Vale, también tuvieron algo que ver Godard y otros grandes nombres de la cinematografía europea. Pero Charles Bronson fue necesario.
Especialmente emocionante es el capítulo titulado Samurái de reserva, donde Tarantino rinde homenaje a sus críticos preferidos (a uno en especial) pero también a un reseñista cinematográfico que siempre odió al autor de Reservoir Dogs y a quien, sin embargo, profesa un cierto grado de ¿cariño?: “Cuando uno comparte un antagonismo con un crítico durante tanto tiempo como yo con Kenny, acaba existiendo una extraña conexión entre ambos”.
Tarantino nos cuenta las numerosísimas dobles sesiones de su infancia, acompañando a su madre y sus sucesivos novios,y las que disfrutó luego ya en solitario, adolescente voraz y joven con adicción al celuloide.
Y, sí, el joven Tarantino disfrutó de Sam Peckimpah, Don Siegel y el Boorman de Deliverance, y apenas menciona a los clásicos del Hollywood dorado (John Ford, Howard Hawks, George Cukor…). Su mundo es otro. Mejor Brian de Palma. Gente que mueve la cámara. Los viejos directores sólo rodaban a actores hablando. Así bromea Tarantino y nos reímos con él (aunque, joder, ¿es Centauros del desierto? solamente “gente hablando montada a caballo”?).
Mención especial merece en este volumen la mención entusiasta a Pedro Almodóvar, de quien Tarantino descubrió cómo todo es posible en una película si se tiene el arrojo suficiente. Nada es inmoral o está de fuera de lugar si se relata del modo adecuado.
Otra alusión con acento español: La residencia de Narciso Ibáñez Serrador, una película cuyo título recuerda de una sesión doble lejanísima.
La cultura enciclopédica de Tarantino sobre cine de género y explotation resulta inmensa.
Y sumamente reveladora.
Es un verdadero placer leer a Tarantino, ajeno a todo tópico y siempre dispuesto a relecturas originales de viejas películas.
Suyo es, recordemos, el descubrimiento del subtexto gay de Top Gun, que ya se ha convertido en un análisis canónico de la película que Tom Cruise ha revisado este 2022.
En fin.
Textos sobre cine de un tipo inteligente y desprovisto de prejuicios.
De lo más interesante estas Meditaciones sobre cine de Tarantino.
DANIEL SERRANO
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