Momentos estelares en la piscina / Tom Cruise, 1983

Momentos estelares en la piscina / Tom Cruise, 1983

Hotel Beverly Hilton, septiembre de 1983. Tom Cruise es fotografiado al pie de la piscina exhibiendo la sonrisa que le haría una estrella durante décadas sucesivas, primero eligiendo estupendos papeles y luego corriendo de explosión en explosión. Aquel adolescente del 83 acababa de estrenar Rebeldes, grandísimo poema cinematográfico de Francis Ford Coppola, y Risky Bussines, una inmundicia comercial de honda inspiración reaganiana que, sin embargo, se convirtió en pieza icónica por obra y gracia de un playback fabulosamente ejecutado por Tom Cruise en camisa y calcetines.

La verdad es que Tom Cruise, tan joven, ya demostraba un talento inmenso. Hubiera podido ser otro tipo de actor, y ahí quedan trabajos como Nacido el 4 de julio, Magnolia o Eyes Wide Shut. Y, sin embargo, optó por ser una estrella de Hollywood, quizá la última estrella al modo clásico, ese tipo de astro de quien la gente dice “voy a ver la última de Tom Cruise”. En ese empeño sigue, llegando a cimas de la involuntaria autoparodia en Maverick o repitiendo sus carreras y contorsiones Misión imposible tras Misión imposible.

Obsérvese que Tom Cruise es de los pocos actores que no ha caído en la tentación de las series. Lo suyo es el cine, adora verse en pantalla grande, sigue pensando como en aquellos maravillosos años 80, cuando las salas se llevaban para verle en Top Gun.

Pero estamos en 1983 y la piscina de un hotel de Beverly Hills es el azul de fondo que el fotógrafo ha elegido para que Tom Cruise sonría. Tiene 21 años. Es un mocoso adorable que, muy pronto, acelerará su carrera con Legend, El color del dinero, Cocktail, Rain Man… Películas buenas y películas malas, Tom Cruise elige simplemente aquellos papeles en los que su protagonismo sea fulgurante, y juega con los mejores: Paul Newman, Dustin Hoffman…

Hará Entrevista con el vampiro y Collateral y La guerra de los mundos pero también se embarcará en La momia, un bodrio indefendible.

Todo es posible con Tom Cruise: obra maestra o deleznable pieza para el desguace.

Y de la piscina ¿qué decir?

Poca cosa.

En la imagen no va Tom Cruise preparado para lanzarse al agua, luce atuendo de chico bueno, como de misa dominical o visita a los abuelos de Wisconsin.

No es Tom Cruise un animal acuático.

Le va más correr, la aceleración tremenda del estrellato y una psicología extraña, entre la abducción y la inteligencia de quien se sabe realmente talentoso.

Steven Spielberg le tiene enorme aprecio. En un encuentro previo a los Oscars de hace un par de años le felicitaba por haber salvado la industria con el éxito de taquilla que obtuvo con Maverick.

Tom Cruise es un cruzado de la grandeza del cine pero, como decía Gloria Swanson / Norma Desmond en El crepúsculo de los dioses: “Yo sigo siendo grande, son las películas las que se han hecho pequeñas”.

Y tanto.

Tom Cruise no cabe en Netflix.

Tampoco tiene pinta de ser muy aficionado a las piscinas. Pero esta foto le inscribe en este recorrido por los momentos estelares de las estrellas dentro o fuera de piletas míticas, para refrescar con su azul un verano inacabable.

DANIEL SERRANO

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