Para leer en la piscina / Tres hombres en una barca

Para leer en la piscina / Tres hombres en una barca

Durante mi infancia de criatura salvaje que cursó la E.G.B. las editoriales incluían en sus colecciones infantiles y/o juveniles a autores como Isaac Asimov con las aventuras de Lucky Starr, La roja insignia del valor de Stephen Crane o, por ejemplo, Tres hombres en una barca del británico Jerome K. Jerome. Yo leí esta novela siendo niño y recuerdo haberme reído mucho. De hecho, recuerdo que con Tres hombres en una barca descubrí que la literatura puede hacer reír. Antes de esta deliciosa novela de humor (muy) inglés yo era un chaval convencido de que sólo te podías carcajear viendo Aterriza como puedas o Los dioses deben estar locos.

Pero a lo que vamos.

Tres hombres en una barca es un clásico que, de vez en cuando, alguna editorial recupera para la causa lectora. Así lo ha hecho no hace mucho Blackie Books, que suelen tener buen gusto.

 

El planteamiento de esta ficción es sencillo. Tres hombres británicos de 1889 deciden emplear su tiempo en una travesía en barca entre Kingston y Oxford. También va un perro en el bote. Los personajes principales estaban basados en el propio autor, Jerome K. Jerome, y dos amigos suyos. El perro nunca existió.

La novela fue tal éxito en su época que los viajes en barca por el Támesis se multiplicaron y comenzó un fenómeno de masificación que a los protagonistas de la novela les hubiera espantado aunque quizá tampoco tanto.

Jerome K. Jerome, según cuenta la Wikipedia, fue pobre y empleado de ferrocarril, pero su talento literario le hizo rico y feliz. Tampoco debía ser tan pobre porque en la Wikipedia dicen que su familia tenía muchas deudas por “malas inversiones”. Cuando se tiene para invertir no se es mísero del todo.

El caso es que triunfó con su literatura humorística y hoy tiene hasta un museo en Walsal, su pueblo natal, en el norte de Inglaterra.

Fue amigo de H.G. Wells, Rudyard Kipling y Arthur Conan Doyle. Buena pandilla.

La cuestión es que Tres hombres en una barca resulta, en su ligereza, una lectura estival perfecta. Los tres personajes de la novela fluyen al compás de la corriente del río, ironizan, hacen el ridículo, se divierten con esa actitud tan británica de ver la vida pasar, sin exagerar el gesto ni asombrarse, criticando (por supuesto) pero eludiendo el dramatismo.

Es como una vieja estampa que nos conduce a un tipo de risa que nada tiene que ver con la actual estridencia de los gritos en Tik Tok. No está de más refugiarse en la vieja escuela del humorismo británico.

Yo leí Tres hombres en una barca en un edición del Club Joven de Bruguera, colección que contenía entre sus lanzamientos La guerra de los mundos de H.G.Wells, El hombre que lo tenía todo todo todo de Miguel Ángel Asturias, Fábulas de robots de Stanilaw Lew, o El clavo y otros relatos de Pedro Antonio Alarcón. No sé si estos títulos tendrían cabida en una colección juvenil actual. Cosa que tampoco quiere decir nada. Los tiempos cambian y ya está.

Lo importante es que Tres hombres en una barca se siga leyendo. Y más con estos calores.

DANIEL SERRANO

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