‘El desorden de los héroes’: un brindis por la cándida adolescencia

‘El desorden de los héroes’: un brindis por la cándida adolescencia

La versión doblada de Memorias de África traduce el brindis de los amantes (Robert Redford y Meryl Streep en un África crepuscular) convirtiendo un verso de A.E. Housman en una proposición sencilla pero, dentro del contexto de la película, francamente emocionante: “Por la cándida adolescencia”. En el original, se musita un poema que reza: “Rose-lipped maidens, light foot lads” (¡Muchachas de labios rosados, muchachos de pies ligeros!”). La solución aportada por quien adaptó Memorias de África al castellano resultó efectiva y prueba de ello es que los cinéfilos exagerados de cierta edad tenemos esa frase apócrifa entre nuestras expresiones favoritas. Y al leer El desorden de los héroes (Paripé Books), novela escrita por Sonia Fides, me he acordado de esas palabras, de esa evocación de la primera juventud, un lugar donde todo es urgente y absoluto pero, a la vez, mucho más sencillo de lo que resultará después.

En El desorden de los héroes, como en otras obras de Sonia Fides, se aborda el reencuentro con viejas amistades y antiguos amores como una reescritura del propio destino. La protagonista, escritora de éxito, reside en Roma y allí cita a sus camaradas de colegio más cercanos, los mismos con los que padeció y disfrutó una adolescencia de insistentes pasiones y un viaje de fin de curso a Italia cuando los viajes de fin de curso se hacían en autobús y con pan y chorizo en la maleta.

Sonia Fides habla del amor y del pasado, temas que son los únicos que de verdad importan verdaderamente. ¿Cómo hemos llegado hasta aquí?, nos preguntamos a menudo. En El desorden de los héroes se aborda esa perplejidad de la edad adulta, sabernos (al fin) mayores siendo (todavía) los mismos adolescentes asombrados que caminaban por el silencio de las callejuelas de Roma. Un silencio inventado, naturalmente, porque la Roma lejana de aquel viaje era tumultuosa, claro, repleta de turistas y de bufandas con colores de equipos de fútbol, y el claxón de los coches obligándonos a saltar a la acera.

“No están abrazados, se comportan como dos desconocidos sobre mi cama”.

Esa una de las líneas principales de la primera página de esta novela. Los héroes vuelven a Roma y desordenan sus amores. Hay sexo desordenado también.

La novela de Sonia Fides contiene rasgos de hermosa ensoñación, asomarse a la vida que quisiéramos: una casa con terraza en Roma, cócteles y hoteles, chófer, éxito abrumador. Y, sin embargo, ningunas de esas cosas otorga a la protagonista el preciso grado de serenidad que conferiría a su existencia un sentido.

El desorden de los héroes se lee de un trago, disfrutándose como una copa helada de ese champán que gusta a la sofisticada protagonista, como si de un atardecer romano en primavera se tratara.

Hay una tragedia y un epílogo detrás de ese trágico acontecimiento . Un desenlace que, quizás, es la invención amable de una narradora incapaz de asumir que, finalmente, estamos abocados a la derrota. Aunque sea la más sublime de las derrotas.

DANIEL SERRANO

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