En algún lugar de la Costa Brava, según consta en los créditos de esta fotografía, se inmortalizó este momento de amor y verano. Paulina Rubio y Ricardo Bofill Jr. cuando eran la pareja más rutilante del momento. Corría el año 1999. La artista estaba a punto de lanzar el disco Paulina que incluiría Y yo sigo aquí, un hit de inequívoco sabor a helado y playa. El hijo del arquitecto más cosmopolita de la gauche divine salía en Crónicas marcianas y en Tómbola exhibiendo su circense desparpajo.
Ya hemos dicho en más de una ocasión que aquellos 90 fueron la felicidad perdida si atendemos al actual instante de pandemia, guerra, crisis y estrenos pésimos en streaming.
Ricardo Bofill Jr. ejercía entonces de enfant terrible pero se veía que no era idiota como otros con los que compartía mesa en los platós. En la televisión de los 90 se cotizaban al alza los idiotas de todo tipo. Quizá en la actual también.
Después aquel Ricardito Bofill desapareció de la escena, dejó la droga de la televisión y volvió al estudio de arquitectura de papá.
Su etapa salvaje quedó atrás y también su romance con Paulina Rubio. Hacía buena pareja, la verdad, porque ambos tendían al desfase.
Lo que pasa es que el desfase resulta simpático y divertido cuando se es joven pero luego puede derivar en patetismo. Y eso no.
Así que los veranos mediterráneos de Paulina Rubio y Ricardo Bofill quedaron atrás.
Y Xavier Sardá se reformó y ahora vuelve a Televisión Española como si nunca hubiese pisado territorio marciano con una farándula tremebunda que nos sacudía el espíritu cada noche.
La respetabilidad puede recobrarse, qué duda cabe.
DANIEL SERRANO
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