Tamara Falcó, España y Giorgia Meloni

Tamara Falcó, España y Giorgia Meloni

El otro día en la cadena SER al politólogo Nacho Corredor se le ocurrió citar una frase del protagonista de The Newsroom sobre la función del periodismo (“civilizar a la sociedad”. según el veterano informador que interpreta Jeff Daniels) y a sus dos camaradas de tertulia les faltó tiempo para ridiculizarlo. Porque tomarse en serio el oficio resulta en España algo risible. Los estadounidenses conservan, en ese aspecto, un candor envidiable y ahí está Aaron Sorkin para demostrarlo con sus ficciones casi como de Frank Capra.

Lo de Nacho Corredor siendo fusilado a carcajadas en la SER me pareció el resumen del actual estado cosas, con una Giorgia Meloni triunfal que el analismo se ha empeñado en convertir en derechista de inmaculada moderación y una Tamará Falcó en el ojo del huracán mediático porque su prometido (fíjate) le ha puesto los cuernos.

España y yo somos así, señora dictaban los galanes de antaño pero a lo mejor es que España, como escribe Ana Iris, era antes mejor que ahora.

Vivimos actualmente con una ansiedad miedosa que nos lleva a decir que no va a pasar nada si gobierna la ultraderecha  (como aquel del chiste que se cuenta en La Haine, que está cayendo desde un rascacielos y alguien le pregunta desde una ventana “¿cómo vas?” y dice “por ahora todo bien”) y, mientras tanto, nos entretenemos con un folletín, el de Tamara Falcó, que parece sacado de una radionovela de Sautier Casaseca.

O sea, Tamara Falcó estaba a punto de casarse pero unos vídeos demuestran que su prometido se ha besado con una señorita y se rompe el compromiso, con lo cual Tamara Falcó declara que esto es cosa de Dios porque ella fue en peregrinación a ver a la Virgen de Medjugorje y seguramente sea Ella quien le ha hecho el milagro de quitar el velo que cubría los ojos de la inminente novia que ahora vuelve a instalarse en la soltería y el rezo.

Sálvame ha cubierto dicho folletín con todo lujo de detalles siguiendo a Tamara Falcó por las calles de Madrid en motocicleta y coche y en riguroso directo, llegando al Teatro Real, saliendo de Bárbara de Braganza, la vida en el filo, que cantaba Ramoncín.

Luego, ya, como debe ser, Tamará Falcó ha contado los detalles en la cadena que le paga, Antena 3, con Pablo Motos ejecutando sus mejores gestos de asombro y Juan del Val ejerciendo de cuñado guapo y canallita, quitando hierro a lo de acostarse con la mujer del prójimo.

Occidente, a veces, parece el búnker de Hitler, con la peña bailando una conga mientras Putin se chupa el dedo antes de apretar el botón de la bomba.

Toca divertirse y que la inflación nos pille confesados.

Claro que tampoco hay que exagerar. Quizá el escapismo (sea con Tamara Falcó o con las cañas de cerveza que nos sirve Isabel Ayuso) sea el signo de los tiempos y la única forma de sobrevivir a tanta hecatombe inminente.

España tiende al cachondeo, y creo que no está del todo mal.

Aunque yo opino como Nacho Corredor (aunque se rían) y me parece que un poco de periodismo civilizatorio no nos vendría mal.

Digo yo.

DANIEL SERRANO

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