Disculpen el entusiasmo pero cuando (¡al fin!) hallamos una ficción estimulante con el que sofocar el tedio de las noches tropicales que padecemos no hay manera de reprimir un ¡hurra! emocionado. Dept. Q es una de esas series que se devoran insaciablemente y nos devuelven la fe en el catálogo de Netflix. Que ya está bien de tanto true crime y tantísimo erotismo pseudoromántico (por favor).
A lo que vamos.
Tenemos en Dept. Q a Mathew Goode encarando a Mork, un inglés afincado en Escocia que ejerce como investigador de la policía con las arquetípicas malas pulgas de todo lobo solitario con una inteligencia por encima de la media. Algo así como un doctor House con pelliza y (creemos aquí) más atractivo. Sucede que, tras un fatal incidente en el que su compañero queda anclado a una silla de ruedas y él mismo gravemente herido, a Mork se le encomendará poner en marcha un departamento para retomar casos no resueltos. Lo cual le abocará a formar un equipo formado (otro delicioso arquetipo) por inadaptados y gente rara en general. Empezando por un fabuloso personaje de origen sirio y difuso pasado, con aspecto de oficinista inofensivo y sorprendentes conocimientos para romper tráqueas (o, más bien, lesionarlas).
Las interpretaciones son estupendas, el ritmo resulta vertiginoso, hay estilo en la foto y no solamente funcionalidad, es una serie realmente bien producida.
O sea, que no tiene ese pésimo gusto a hamburguesa precocinada que tanto abunda en el streaming actual.
Y aplaudamos a Mathew Goode, que ya demostró su amplitud de registros interpretando a Robert Evans en The Offer, magistral recreación de cómo fue la producción de El Padrino.
La serie se basada en las novelas del escritor danés Jussi Adler-Olsen y existe una adaptación danesa de este policiaco.
Tal vez el original danés esté bien pero hay que reconocer que cuando los británicos se ponen manos a la obra, les salen unas series espectaculares.
Este es un buen ejemplo.
Dept. Q resulta un antídoto contra la infernal canícula y aquí la consideramos la gran serie del verano.
Al menos de momento.
DANIEL SERRANO