Nada menos que 37 años han pasado ya del veraniego estreno de Los Goonies. Después de petarlo en 1984 con Los Gremlins, Spielberg volvió a confiar en un veinteañero Chris Columbus para el guión de esta aventura infantil que se convirtió en un icono de la década de los 80.
Gracias a esta película veíamos nacer a grandes estrellas de la interpretación, como el conocidísimo Josh Brolin y Sean Astin, que a lo mejor no te suena así de primeras, pero si te menciono a Samsagaz (El señor de los anillos) o a Bob Newby (Stranger Things) quizá se te encienda la lucecita.
¿Cómo? ¿Que no has visto Los Goonies? No me lo puedo creer. O eres tan joven que no deberías estar leyendo este artículo o has vivido en otro planeta las últimas cuatro décadas.
Cosas que probablemente no sabías de ‘Los Goonies’
Te íbamos a contar de qué iba la película, pero nos parece un insulto, así que mejor te desvelamos alguna curiosidad del rodaje, que eso siempre gusta. Para empezar, el rodaje con tanto niño fue un poco caótico, tanto que Spielberg decidió no mostrarles el barco pirata hasta el rodaje de la escena en la que aparece. Filmaron sus reacciones con la intención de incluirlo en la película pero no pudo ser porque un malhablado Josh Brolin exclamó Holy shit! (algo así como ¡Hostia puta!) cuando lo vio.
El rodaje no fue un camino de rosas para todo el mundo. John Matuszak, el ex jugador de fútbol americano que interpreta a Sloth, llevaba unas aparatosas prótesis faciales llenas de componentes electrónicos para poder guiñar los ojos que no podían mojarse. Cuando esto ocurría, las cinco horas que necesitaba para estar a punto no valían para nada, ya que tenían que suspender el rodaje hasta el día siguiente. Por cierto, debido a sus coqueteos con las drogas y el alcohol, el deportista acabó falleciendo de forma prematura a los 38 años debido a un infarto.
En la cubierta del mencionado barco pirata hay un polizón que sólo ha sido descubierto por los más avispados. El director, Richard Donner, y el productor, Steven Spielberg, incluyeron una figura en miniatura de R2-D2, el robot de La guerra de las galaxias.
El mapa del tesoro, una de las piezas clave en la película, debía parecer viejo y siniestro, algo que el diseñador de producción, J. Michael Riva, se tomó muy en serio. Para ello, le echó café, pintura y… su propia sangre. Eso sí, no acabó en ningún museo, sino que, cuando acabó el rodaje, se lo llevó el actor Jeff Cohen (Gordi) y su madre lo tiró a la basura por error.
La mítica escena en la que Gordi confiesa sus travesuras fue escrita por el propio Spielberg con sus vivencias personales. Además, esta escena fue homenajeada en Juego de Tronos, cuando Tyrion Lannister se ve obligado a confesar ante Lysa Arryn sus crímenes, pero acaba contando travesuras menores.
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