‘Érase una vez en el Oeste’: una serie que es gran western

‘Érase una vez en el Oeste’: una serie que es gran western

Utah, 1857. Un territorio violento donde pelean tribus nativas, mormones furiosos, tramperos, fugitivos y soldados enviados por Washington hacia una frontera sin ley en la que los uniformados venidos del Este tienden a extraviarse. American Primeval (algo así como América Primitiva) ha sido retitulado por Netflix como Érase una vez en el Oeste sin pedir permiso a Sergio Leone pero ese detalle es lo de menos. Estamos ante un fabuloso western en seis capítulos. Una serie trepidante, magníficamente fotografiada, con interpretaciones sólidas y un guión que está a la altura de las grandes piezas clásicas del género.

De hecho, nos resulta sorprendente la poca repercusión que ha tenido el estreno de Érase una vez en el Oeste siendo tan buena como es.

Los mecanismos de promoción de Netflix ya no resultan igual de eficaces que hace unos años. Baste con decir que El juego del calamar 2 (también excepcional) ha pasado un poco sin pena ni gloria ni titulares tan explosivos como los de antaño.

Pero volvamos a Érase una vez en el Oeste.

Nos decía un amigo que la serie posee algo de Joseph Conrad y su corazón de las tinieblas pero, sobre todo, contiene las claves básicas de la mitología del western, con una mujer y su hijo atravesando un territorio salvaje en busca de El Dorado y un héroe insólito que irrumpe en ayuda de los desvalidos.

También es Ulises en su viaje infinito hacia Ítaca.

Y la historia de Norteamérica.

Individualismo a ultranza, fanatismo religioso en el horizonte, la violencia como moneda de cambio, sangre y fuego.

California resumiendo el sueño de una vida distinta, allá lejos, en el crepúsculo al final de las llanuras.

Hay en esta estupenda ficción toda la iconografía típica del western: una naturaleza de inmensidad aplastante, el barro y la suciedad en la que penan los pioneros, lobos y osos, el grito de los nativos que son masacrados sin piedad pero que optan por morir dignamente, empuñando el tomahawk.

Hacía tiempo que no disfrutábamos tanto con un producto de Netflix (bueno, sí, con la segunda parte de El juego del calamar también lo hemos gozado) aunque quizá sea esta la excepción y no la regla. Una película del Oeste. Está Kevin Costner por ahí empeñado en hacer que el género sobreviva, aún a costa de arruinarse.

Y surge esta serie de altísimo nivel, un relato que nos atrapa y cuyos seis capítulos se devoran sin pausa.

Excelente producto.

A ver si la cosa continúa.

DANIEL SERRANO

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