Cinemateca estival / Una habitación con vistas

Cinemateca estival / Una habitación con vistas

En la imagen superior, una vieja fotografía de Florencia en 1905. Tres años después de que esta estampa coloreada viese la luz se publicaba Una habitación con vistas, novela del británico E.M. Foster que daba cuenta de la pulsión irremediable hacia el viaje pasional de cierta clase pudiente del Reino Unido. Italia como escenario de tormenta amorosa, como lugar para el descubrimiento, trópico imaginario donde bañarse de luz mediterránea plena y salvaje. La joven protagonista emprende su aventura italiana con una vieja tía como carabina y descubre que la vida es un fuego inesperado. Eso contaba la novela de E.M. Foster y el director James Ivory lo plasmó fielmente en la versión cinematográfica estrenada en 1985. Ha llovido desde entonces y, como sucede a veces, la película ha mejorado y quedan ya lejos algunas reticencias de la opinancia experta que escribe sobre cine en los periódicos.

Porque si echamos la vista atrás hallaremos rastros abundantes de la severidad con que la crítica denostaba las producciones deliciosamente ampulosas de James Ivory en los 80 (Maurice o Las bostonianas). Los mismos críticos que, años después, caerían rendidos ante la belleza y emoción de títulos como Lo que queda del día o Regreso a Howard’s End, ya en los 90.

Pero hablemos de Una habitación con vistas, de ese reparto brillantísimo en el que refulge el juvenil carisma de Helena Bonham Carter y apenas roza la caricatura un muy discreto Daniel Day-Lewis y exhibe su magnetismo un Julian Sands a quien se perdió el rastro para siempre en un monte a las afueras de Los Ángeles.

Añádanse los nombres de Judi Dench y Maggie Smith para resumir la solvencia de los intérpretes de esta fantasía con paisaje de Florencia.

Aunque quizás lo que más conmocionó a aquel adolescente que vio Una habitación con vistas en un cine de la Gran Vía fue la luz de Italia fotografiada sobre un aria de Puccini. O mio babbino caro. Eso era lo que precisamente estomagaba a la crítica. Que Ivory recurriese a tópicos para ilustrar Florencia, la pasión italiana, los amores juveniles de Helena Bonham Carter. Al adolescente que yo era le daba exactamente igual. La adolescencia es descubrir a Puccini en una película inglesa dirigida por un californiano. Salir a la calle embriagado de verano a la italiana con acento británico.

Una habitación con vistas resulta perfecta para ser recuperada en días estivales (está en Amazon Prime Video) y Florencia, sin embargo, quizá esté perdida para la causa definitivamente. Yo fui a Florencia en el mes de agosto y entre los mosquitos y las hordas turísticas no había manera de disfrutar ni de ver el David de Miguel Ángel. Roma tiene más amplitud y callejones donde perderse, e incluso Venecia posee algún punto de fuga, alejándose convenientemente de la plaza de San Marcos. Pero Florencia ya no existe. Tómese esa exageradísima aseveración como la boutade que es.

Mejor zambullirse en la quietud con chicharras de la campiña florentina por donde atraviesa, con parasol, una Helena Bonham Carter dispuesta a dejarlo todo por amor. La adolescencia siempre está dispuesta a abandonarlo todo por una pasión conveniente. De eso trata Una habitación con vistas. Del verano (otro más) en que nos enamoramos perdidamente.

DANIEL SERRANO

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