Hace unos años el mensaje era: adelgaza más para sentirte mejor. Hoy el mensaje ha cambiado: aliméntate mejor para sentirte bien y así adelgazarás (aunque no sea el objetivo). Dos formas distintas de venderte lo mismo. Y es que preocuparte por mantener una alimentación saludable no es un problema, de hecho es algo bueno a priori, pero cuando esto se convierte en obsesión, comienza el infierno.
Este es el mensaje superficial que muestra el filme Club Zero, de la directora Jessica Hausner, que triunfó recientemente en Sitges. Y decimos superficial, no porque no tenga fondo, sino porque es lo que la cineasta utiliza para mostrar otras problemáticas, como la vulnerabilidad de la adolescencia, la indefensión de las familias ante las perniciosas influencias externas, la manipulación a la que están expuestos (hoy en día de forma más acusada como consecuencia de las redes sociales)…
Pero vamos a centrarnos. Empezamos viendo el tráiler:
Como veis, la actriz australiana Mia Wasikowska (Alicia en el país de las maravillas) interpreta a una profesora recién llegada a un instituto privado donde empieza a dar clases de nutrición a un grupo reducido de alumnos con los que va estrechando cada vez más sus lazos. Una situación que comienza a convertirse en una verdadera amenaza cuando convence a cinco de ellos de que reduzcan su alimentación hasta la mínima expresión para poder alcanzar su mejor versión, aupando los problemas de bulimia y anorexia de algunos de ellos.
Así, Wasikowska se convierte en la líder de una secta de la ‘alimentación consciente’ en el papel más siniestro de su carrera, utilizando su influencia para manipular a este grupo de jóvenes compuesto por un grupo de prometedores debutantes: Florence Baker, Luke Barker, Ksenia Devriendt, Gwen Currant y Samuel D Anderson.
Como decíamos, la alimentación es la escusa que utiliza Hausner para hacer una mordaz crítica a la relación de padres e hijos en esta etapa de su desarrollo y el fácil acceso que tienen a ciertas personas cuyo único objetivo es manipularles en un momento tan vulnerable. Plantea un dilema muy presente en nuestra sociedad: si los padres no tienen tiempo de escuchar a sus hijos en un momento en el que lo necesitan, buscarán ese apoyo en otras personas. Y esas personas no tienen por qué tener buenas intenciones. De hecho, casi nunca las tienen.
SARA FLAMENCO
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