Nacida en la muy roja Bolonia allá por 1943 resulta lógico que Raffaela Carrà confesase en una entrevista realizada por Interviú en la Santa Transición aquello de “siempre voto comunista”. Y eso que la diva de las canciones bailables por antonomasia no ha sido nunca muy dada a pronunciarse políticamente. Ella siempre fue un icono para todos los públicos, en la televisión tardofranquista española o en la RAI, para audiencia adulta o infantil incluso cantando “para hacer bien el amor hay que venir al sur”. Las canciones de Raffaella Carrà hablan de sexo con una muy sana ausencia de pudor absolutmaente característica de la década de los 70 en una Europa que se debatía entre la violencia política de las Brigadas Rojas y la liberación de las costumbres.
Raffaella Carrà fue la televisión nocturna de las niñas y niños que hicimos la E.G.B. Había empezado en el cine y llegó a rodar junto a Frank Sinatra y Trevor Howard en El coronel Von Ryan. Marchó a Hollywood (salió en un capítulo de I Spy -con Bill Cosby y Robert Culp-) pero aquello no le gustó. Regresó a Italia y comenzó su gloria televisiva que, poco a poco, fue internacionalizándose.
Aquí en España tuvo un éxito abrumador. Venía de ser una estrella en su país con Canzonissima, participó en ¡Señoras y señores! (que presentaba Victoria Vera) y el impactó que causó con su actuación fue suficiente para que le dieran La hora de Raffaella Carrà. Y así se instaló en nuestros corazones y luego la bailamos en bodas, bautizos, comuniones y la discoteca Torero de Madrid cuando a dicha discoteca iba un Javier Bardem soltero y desconocido.
Su icónica presencia fue permanente en la televisión hasta día de hoy.
Hablamos de una artista que tuvo el honor de ser señalada como inmoral por el mismísimo Vaticano, que condenó el Tucu Tucu por su baile insinuante.
En Latinoamérica fue convirtiéndose en una fulgurante estrella y en los años 80 del pretérito siglo XX inaugura en la RAI su celebérrimo Pronto… Raffaella? que tendría su versión en TVE. En 1987 es contratada por Finivest (la actual Mediaset) y allí realiza su Raffaella Carrà Show.
Y luego está ese momento magnífico, hipnótico, perfecto en La grande bellezza, cuando suena Far l’amore remezclada por Bob Sinclair en el fabuloso ático de Jeep Gambardella.
Porque las canciones de Raffaella Carrà son el antídoto perfecto contra toda melancolía, la música de una fiesta interminable, luminosa y sensual, sin remordimiento alguno, sin maldad. Así han perdurado a lo largo de los años, como las de Abba aunque, en el fondo, las de Abba son para una fiesta triste, contienen una pesadumbre nórdica inconfesable.
Y ahí sigue Raffaella Carrà siendo estrella de la televisión y diva eterna, todavía con su gesto travieso, como si fuese aún la niña que nació en Bolonia y vivió en la playa, en Bellaria Igea-Marina, cerca de Rímini, al sol feliz de los veranos.
Ella es el verano, la fiesta, la noche, la despreocupación, el dolce far niente. Y votaba comunista. Ahora no sabemos.
DANIEL SERRANO
ADEMÁS: (Eternamente) Claudia Cardinale
Fotos: Gtres
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