‘El príncipe que nunca reinó’: crimen y exilio de Vittorio Emanuele

‘El príncipe que nunca reinó’: crimen y exilio de Vittorio Emanuele

Todo resulta fascinante en este magnífico documental disponible en Netflix: la historia que aborda  (príncipe destronado que dispara a un grupo de jóvenes juerguistas durante una noche de ira en una apartada isla del Mediterráneo, adolescente muerto en esa refriega y épica búsqueda de justicia), la persona que dirige y produce este proyecto de no ficción (Beatrice Borromeo, periodista, aristócrata, esposa de Pierre Casiraghi -sí, el hijo de Carolina de Mónaco-), la amplitud de los testimonios recogidos (desde la hermana de la víctima al príncipe que blandió la escopeta, Vittorio Emanuele de Savoia).

Y añadamos el impactante epílogo del documental. Vittorio Emanuele, fiel a la despreocupada inconsciencia que exhibe durante todo el metraje, comenta su relación de juventud con Juan Carlos I.  Se queja de que, en la edad adulta, el rey español siempre ha sido un poco grosero con él. Quizá, sugiere, porque Juan Carlos recuerda que Vittorio Emanuele fue testigo de un episodio en sombras: cuando en 1956 el entonces príncipe español mató a su hermano Alfonso de un disparo accidental. “¡Yo estaba allí” asegura Vittorio Emanuele. Y queda su relato en suspenso, quizá de cara a una próxima entrega.

El prìncipe que nunca reinó es un documental excepcional. Bien dirigido, con un trabajo artístico excelente, una investigación sin tacha y las dosis de contexto necesarias para entender el mundo en que se desarrolló esa intriga con asesinato cuyo culpable quedó sin castigo.

Vittorio Emanuele habla abiertamente en el documental. Su autorretrato quizá sea la parte más interesante. Esa indolencia aristocrática, su incapacidad para sentir verdaderamente la tragedia que provocó, el tono de conversación de un hombre hecho a esa dolce vita de las noches palaciegas. “A ver, ¿a quién le apetece champán? ¡Champán para todos!” se le escucha reclamar ante equipo del documental que le graba.

Aunque también está el dolor de un exilio del que, da la impresión, nunca pudo regresar aunque volviera  a Italia en 2002,, cuando el parlamento revocó la prohibición de que los varones de la dinastia Saboya pisaran territorio italiano. Fueron 56 años desterrado. Suficientes como para que Vittorio Emanuele se refiera a los italianos de modo ajeno y nunca se incluya entre ellos (“los italianos son…” – incluso, en la disputa con los jóvenes a quienes acabará disparando, lanza un “¡italianos de mierda!”-).

Hay que ver El príncipe que nunca reinó y hay que rendirse ante el talento de Beatrice Borromeo, que demuestra aquí poseer una capacidad periodística y cinematográfica de altísimo nivel.

Un documental que se ve como un thriller, con personajes de película (todos ellos tan de clase alta, tan guapos y bien vestidos) y un guion trepidante.

Bravo.

DANIEL SERRANO

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