A Stanley Kubrick. Esa es la respuesta corta al titular de este artículo navideño. La respuesta larga requiere que hablemos con algún detenimiento de Eyes Wide Shut, película divisiva entre la tropa cinéfila. Hay quienes la consideran un título de culto y quienes la tienen por una tomadura de pelo. Aquí opinamos que es (un poco) ambas cosas pero admitamos que posee una cualidad hipnótica que impide a quien la ve apartar su mirada de esa colección de estampas que van de lo sublime a lo ridículo.
Eyes Wide Shut es una película erótica que transcurre en tiempo de Navidad, y eso se aprecia en las luces de las calles, las fastuosas fiestas a las que acude la pareja protagonista, la nieve en Nueva York.
Lo mejor de esta cinta (excelsa fotografía aparte) está en la contemplación de un idiotizado Tom Cruise descendiendo a la más honda sima del patetismo. La verdad es que, durante la mayor parte del metraje, deseamos con toda nuestra alma que le den un escarmiento, por imbécil. Tom Cruise está bien y (cómo no) está muy bien Nicole Kidman. Salvo cuando se ponen a hacer gimnasia sexual frente a la cámara. Hay algo que no funciona. Quizá se explica en esas escenas la razón por la que actriz y actor se separarían poco después de este rodaje.
Pero, más allá del chafardeo, atendamos a Kubrick, a su mirada, sus músicas, esa atmósfera inquietante, las máscaras de la fiesta final que se han convertido en icónicas.
¿Y por qué la Navidad?
Todo en Kubrick tiene una razón.
Detrás de las felicitaciones navideñas, del envoltorio entrañable de estas fechas, la lujuria no cesa en su labor de provocar momentos de zozobra. Y qué decir de cómo los excesos festivos conducen, a veces, a laberintos insospechados.
También funciona ese ambiente de frío y nieve como clima para provocoar un extrañamiento muy Kubrick, siempre en busca de los ángulos incómodos, huyendo de lo rutinario.
El caso es que Eyes Wide Shut no nos gustó cuando la estrenaron (¡pero qué broma es esta!, clamábamos) y, sin embargo, el paso del tiempo le sienta bien a esta pieza rara, que no es una obra maestra o quizá sí, porque la vemos y la volvemos a ver y se nos escapa la risa al final aunque, caramba, tiene algo esta película.
En su momento, incluímos una de las escenas de esta cinta en una antología de momentos que dan vergüencita ajena de la historia del cine (con Van Damme en su momento Vaina Loca).
Sea como sea, resulta altamente recomendable para este tiempo de Navidad pandémica revisar este título, despojarnos de prejuicios, gozar de su fabulosa luz, de la nieve y el frío, de la gelidez de toda su parafernalia erótica. Porque, al final, el erotismo de Eyes Wide Shut resulta muy poco excitante. O lo es de una manera equívoca.
En fin, que hay vida (cinematográfica) en Navidad más allá de ¡Qué bello es vivir!
DANIEL SERRANO
ADEMÁS: ‘Entre pillos anda el juego’: otro cuento de Navidad
Noticias Relacionadas
Lo que ‘Argentina 1985’ enseña sobre la España de la Transición
Es Argentina 1985 una hermosa película. Cierta crítica rigorista ha tratado con condescendencia esta cinta cuyo aliento épico emociona tanto. Allá los críticos seniles con…
Rectificar es de sabios y Atresmedia lo ha hecho con Carlos Montero
"Mola que algo que creé hace 11 años (FOQ) colapse la web de A3 (así será de buena...) con los dos nuevos capítulos. Lo que…
Películas que cumplen 20 años o la discutible cosecha de 2003
Se cumplen 20 años de aquel 2003 que no pasará a la historia como uno de los mejores para el universo cinematográfico. Aunque fue un…
La otra portada de Díaz Ayuso: Nadie al volante
Este domingo la primera página del diario El Mundo, protagonizada por Díaz Ayuso, acapara el asombro, las risas y la capacidad de resistencia al absurdo…
Lo que va de Núñez de Balboa a Vallecas (según Quique Peinado)
Las protestas en las barriadas populares a las que la Comunidad de Madrid ha condenado al confinamiento o semiconfinamiento se han hecho oir este domingo.…