Inefables momentos televisivos de Sánchez Dragó

Inefables momentos televisivos de Sánchez Dragó

En tiempos antediluvianos hubo un Sánchez Dragó querido por un amplísimo público que le veía en televisión compartiendo mesa y papeles (y abundante conversación) lo mismo con Rosa Chacel que con Umberto Eco, igual con Vázquez Montalbán que con Michael Ende.

Era el hombre que hablaba de literatura en programas como Encuentros con las letras y Biblioteca Nacional y que aromó de sándalo el camino de Santiago y otros recovecos ibéricos con su tocho espiritualista titulado Gárgoris y Habidis, superventas inmediatamente posterior a don Martín Vigil, el cura escritor al que recientes investigaciones periodísticas revelan como impenitente abusador de menores.

De aquellos programas literarios queda (admitámoslo) el desparpajo del personaje y una fabulosa pieza musical que hizo de sintonía y que estaba firmada por Luis Eduardo Aute y Jesús Cimarro.

Todo está en los libros.

En la memoria sentimental de quienes cursaron la E.G.B. todavía persiste el eco de sus notas.

Pero si de momentos inefables y chiripitifláuticos hablamos, hay que referirse, por supuesto, al episodio protagonizado por Fernando Arrabal al grito de “¡el milenarismo va a llegar, cojones!“. Hay que reconocerle a Fernando Sánchez Dragó que lidió con enorme elegancia la borrachera en pleno plató de Arrabal y sus arrebatos besucones, limitándose a reprenderle con un ligero: “Fernando, que te vas a caer”. El resto de contertulios convocados para hablar del fin del mundo también estuvieron en su sitio, argumentando como si allí no pasase nada. Fabuloso.

Sucedió en 1989.

Lo que pasa es que luego, a mucha gente, Fernando Sánchez Dragó le dejó de hacer gracia. Porque resulta que él, tan libertario y opuesto a la injerencia del Estado, no tuvo reparo en cobrar del erario público muy sustanciosas cantidades procedentes de las diversas televisiones autonómicas controladas por el PP.

Cuando Esperanza Aguirre era la sultana de Madrid se colocó a Sánchez Drago como presentador del informativo nocturno. Y, según publicó en su momento el diario El País, cobró hasta 160.000 euros entre 2006 y 2007 por sus servicios en Diario de la Noche. A los que se sumó lo que Telemadrid gastó en Las noches blancas, programa de libros (estupendo, por otra parte), cuyo coste ascendió a 2’3 millones de euros.

La conversión de Dragó a la doctrina conservadora (ya lejos del juvenil comunista que fue) venía de atrás, y queda para la historia su entrevista de 2001 a José María Aznar en Negro sobre blanco, otro programa literario que tuvo en TVE.

A sus pies, presidente podría ser el título de este episodio.

El caso es que Sánchez Dragó era ameno y divertido cuando hablaba de literatura o conversaba con contrincantes de alto vuelo (memorable aquel encuentro con Joaquín Sabina en que, atendiendo a un método enunciado por Jodorowsky, recomendó al cantautor que se pintara los testículos de colores para librarse de la depresión).

Sin embargo, el personaje se volvió antipático por lo facha de algunas de sus posturas (¡acabar llevando de la mano a Ramón Tamames a ejercer de marioneta de VOX!) y, sobre todo, cuando en una conversación con Albert Boadella convertida en libro alardeó de haberse acostado con unas niñas de 13 años allá por Japón. Luego dijo que aquella “anécdota” era sólo literatura pero, en fin, quedó para la posteridad y la posteridad ya era otra que la de sus años machos.

Y ahora hay que despedir a Sánchez Dragó, que murió a sus 86 años después de que un gato se le subiese en la cabeza (ahí está su último tuit) y tuvo la dicha de una muerte rápida, sin epílogo de una agonía hospitalaria, quién pudiera.

Descanse en paz y quedémonos con sus programas sobre libros, obviando otros asuntos de su biografía.

El mileranismo va a llegar, cojones. Ya lo dijo Arrabal.

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