‘Mujeres sin censura’: historia(s) del destape

‘Mujeres sin censura’: historia(s) del destape

Un título equívoco ya que, se supone, el objetivo de este documental de TVE (disponible gratuitamente en RTVEplay) no es glorificar el destape sino denunciar la infame manera en que cosificó a la mujer en el cine español de finales del franquismo y principios de la Transición. Pero no es sólo equívoco el título sino que resulta confuso y discutible el resultado. Mujeres sin censura es una buena idea desaprovechada.

Y, sin embargo, hay que ver esta película (valga la contradicción). Su valor testimonial lo merece.

Tratemos de explicarnos.

Mujeres sin censura tiene potencia en su planteamiento, eso resulta indudable.

Dirige Eva Vizcarra, quien ha dejado claro en las entrevistas de promoción de este documental el propósito reivindicativo del proyecto. Lástima que del propósito a la consecución final diste un abismo difícil de salvar.

El problema principal  de Mujeres sin censura reside en el tono bufo que se da a ciertas escenas (esa recreación cutre de Manolo la Nuit cambiando a Alfredo Landa por Josele Román) y la manera en que se pasa a toda velocidad por testimonios relevantes y que sugieren que el trato a las actrices del destape estaba al borde del abuso sexual cuando no plenamente inserto en lo que ahora se consideraría delito.

Hay archivo abundante con María Cantudo y Nadiuska; entrevistas a Josele Román, Teresa Gimpera, Claudia Gravy y otras musas del destape; una potente reunión de machos de antaño encabezados por Máximo Valverde. Con todo eso podía haberse construido un relato verdaderamente emocionante.  Sin embargo, al final, Mujeres sin censura sólo aprueba por los pelos como entretenimiento de denuncia.

Y mejor correr un tupido velo por algunas secuencias perturbadoramente absurdas (¿por qué sale Brisa Fenoy cantando?, ¿qué pinta el desnudo de la hija de Verónica Forqué -influencer y performer conocida como VirgenMaría-?).

El destape se ha vendido durante mucho tiempo como parte del proceso de conquista de las libertades que se dio en España. Sin embargo, como bien señala el actor Manuel de Blas, no parece casual que directores tan recalcitrantemente franquistas como Ignacio Iquino o Vicente Escrivá se pasaran al género de comedia erótica sin ningún reparo. Porque, en realidad, mostrar mujeres desnudas para regocijo del espectador masculino tenía muy poco de liberador.

O sea, sí, algo hubo (y en Mujeres sin censura queda dicho), desnudarse podía haber sido liberador, pero siempre y cuando hubiese libertad en el desnudo y se desnudasen hombres y mujeres por igual.

Pero no fue así.

Se convirtió el desnudo en obligatorio exclusivamente para las actrices de la época, y hubo algunas que tuvieron que detener (o finalizar) su carrera porque no les apetecía ceder a los delirios rijosos de una industria enloquecida por el destape.

En fin, que Mujeres sin censura (en la muy humilde y quizá errónea opinión de este escribidor) no acaba de ser la gran película o documental sobre el destape que hubiéramos querido ver. Seguimos esperando.

DANIEL SERRANO

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