Para leer en la piscina / El quadern gris

Para leer en la piscina / El quadern gris

Y qué decir, a estas alturas, del grandísimo Josep Pla, prosista de inacabable talento cuyas descripciones portentosas de su país, el Ampurdán, y lo que ahora se conoce como Costa Brava, resultan un viaje perfecto a la quietud de lejanísimos veranos. Su obra maestra es El quadern gris (El cuaderno gris), un dietario basado en anotaciones que Pla fue enriqueciendo con el paso de los años. Una suerte de autobiografía dispersa. Un placer inmenso tanto en su versión catalana como en las traducciones al castellano que existen. Hay algo estival en El quadern gris aunque por sus páginas desfilen todas las estaciones.

Están los veranos de Palafrugell, localidad natal de Pla, y las navegaciones que él tanto amaba, costeando ese perfil de tierra cuyo nombre es Cataluña, y comilonas y siestas y meditaciones muy diversas se suceden a lo largo de sus.textos.

Es un libro para ir y volver, ideal para abrirlo al azar y sumergirnos en la hermosísima escritura de Josep Pla, ese paseante que vio el advenimiento de la República y luego apoyó a Franco para, después, recluirse en su Ampurdán tan venerado, y (al final) concluir de modo poco honorable al ser expulsado de la revista Destino por un artículo a favor de la dictadura de Salazar en Portugal (peor que eso: un artículo en contra de la Revolución de los Claveles, cuya belleza y cariz pacífico aplaudía la juventud del mundo).

Josep Pla era un conservador incorregible.

Y, sin embargo, sus escritos resultan de una vibrante modernidad, y tan precisos literariamente que quienes juntamos letras en revistas y periódicos siempre le envidiamos cada vez que una de sus prosas cae en nuestras manos.

Josep Pla comienza El quadern gris del siguiente modo: “1918. 8 de marzo. Como hay tanta gripe, han tenido que clausurar la universidad”. Cuando comenzó la pandemia de Covid 19 hubo quien se acordó de este arranque literario. La historia es cíclica. De hecho, Pla recoge en el inicio de estos diarios cómo vive tiempos de encierro y también la acumulación de funerales que pone a las familias de Palafrugell en la tesitura de tener que dividirse para que los pésames lleguen adecuadamente a los deudos y no se piensen que hay ánimo de ofensa o algo similar.

Pla dibuja en estas anotaciones un mundo provinciano con largas sesiones de cigarro y conversación en el casino, y algo de ello permanece en la Cataluña actual, pura arqueología quizás pero preferimos creer que no todo van a ser cruceristas y devoradores de gambas tostándose sobre las piedras como lagartos equivocados.

El verano es buen momento para volver a Pla.

Aquel esplendor de sus años de juventud aunque Pla, la verdad, siempre mantuvo una actitud escéptica frente a casi todo, exhibiéndose como hedonista que prefiere los pequeños placeres a un futuro de revoluciones y mejoras. Caminar un rato por algún camino umbrío, o asomarse a un acantilado, quedar con los amigos en el café, fumar mirando caer la tarde. Esas son sus manías.

Josep Pla adoraba la descripción y deploraba a los escribidores que opinaban por encima de sus posibilidades literarias. Él también opinó (veáse lo de Salazar) y mira a dónde le condujo.

Insistimo: volver a Pla es un buen hábito estival.

DANIEL SERRANO

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