Querida Nora Ephron

Querida Nora Ephron

Si Nueva York es una ciudad (tal y como dudaba Fran Lebowitz), en Katz’s se toma el mejor sandwich de pastrami, algo que el mundo descubrió gracias a la escena del orgasmo fingido por Meg Ryan en Cuando Harry encontró a Sally. Esa comedia sentimental tiene la firma de Nora Ephron, quien incluyó en aquel guion muchas de sus obsesiones. Sobre todo, en cuanto a las relaciones de pareja y el paso del tiempo.

Ver las películas de Nora Ephron está bien (Algo para recordar, Tienes un e-mail, Julie & Julie) pero leerla es mucho mejor.

Lo prueba su novela Se acabó el pastel (reeditada recientemente en Anagrama), autoficción antes de la autoficción, relato apenas literaturizado de su divorcio con Carl Bernstein, el famosísimo periodista del Watergate. Nora Ephron estuvo casada con él y vivió una ruptura (con infidelidad) en pleno embarazo y de ese doloroso material extrajo una obra literaria que provoca la risa de modo natural. Increíble pero cierto. Ella era así,

Naturalmente, de Se acabó el pastel surgió la correspondiente película, interpretada por Jack Nicholson y Meryl Streep.

El cine fue una parte muy importante de su vida, hasta que Nora Ephron falleció en 2012.

Y eso también está presente en los textos que se incluyen en sendas compilaciones publicadas por Libros del Asteroide.

No me acuerdo de nada contiene, de nuevo, esa autoficción irónica que Nora Ephron practicaba con destreza extraordinaria.

Son artículos en los que esta escritora y cineasta habla de su vida, de sus padres, de su amor por el periodismo (y por los periodistas -que se lo digan a Bernstein-) y de tantísimas cosas.

Similares características tiene el segundo volumen que (en tan poco espacio de tiempo) ha lanzado Libros del Asteroide: No me gusta mi cuello.

Todos estos textos de Nora Ephron son deliciosamente disfrurtables, y suponen (además) un viaje en el tiempo. Con aroma a los 80 más ingenuos, cuando no todo estaba tan polarizado y la violencia de algunos discursos estaba atenuada. Me refiero a que Nora Ephron habla de lo cotidiano desde un punto de vista eminentemente neoyorquino y burgués y eso, en estos tiempos de convulsión, resulta una virtud para el lector o lectora que busque cierta paz. Ya hay otros libros para perturbarse. A Nora Ephron se acude para pasarlo bien. Y ella nos compensa. Siempre.

“No te cases nunca con un hombre del que no te gustaría divorciarte” aconseja.

Y se ríe de cuando la atracaron en el duro Nueva York de los 80 en compañía de todo su grupo de terapia.

Y mucho más.

Hay que leer a Nora Ephron.

Querída y añorada autora.

DANIEL SERRANO

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