Se estrenó Pepito Piscinas en el glorioso año de 1978, cuando la Constitución y Adolfo Suárez Superstar, además de los Guerrilleros de Cristo Rey y el Real Madrid de García Remón. Faltaba poco para que Trueba y Colomo renovasen la comedia española pero, de momento, triunfaba el género cómico de exaltación machista llamado españolada. Y Pepito Piscinas era una españolada de manual, con Fernando Esteso al frente y un elenco femenino de musas del destape como Susana Estrada o Mirta Miller.
Claro que, pasado el tiempo, Pepito Piscinas queda también como reliquia para contemplar el carpetovetónico modo de ser de una España que todavía tiraba cabras desde los campanarios para celebrar el santo de la aldea. Y el machismo (como en otros muchos títulos parecidos) se mezcla con una curiosa ridiculización de galán celtibérico, que siempre era bajito y feo salvo que apareciera por allí Arturo Fernández.
Existió (es así) la España de Pepito Piscinas, patria del ligón que acudía a las charcas municipales a mirar muslamen y lucía bañador prieto y cuerpo de escombro ornado con cadenas de oro.
La cinta la dirigió Luis María Delgado, realizador absolutamente sui géneris en cuya filmografía caben títulos a mayor gloria de Paco Martínez Soria, Chispita y sus gorilas o Diferente, la obra gay más rara del cine español porque se estrenó durante el franquismo (¡en 1965!) y los censores ni se percataron del pastel.
Fernando Esteso todavía carburaba a tope en aquellos años 70, estrella fulgurante del cine y los primeros discopubs por obra y gracia de su disco Bellotero Pop que incluía (claro) aquel Ramooona,, te quiero que los niños y niñas de la E.G.B. no han conseguido borrar de su cerebro.
España yo somos así, señora sentenciaban los galanes amojamados de las radionovelas pleistocénicas. Menos mal que hemos cambiado aunque la España de Pepito Piscinas sea añorada por diputadas de Vox que defienden la vuelta del requiebro callejero.
Postal de un verano donde remojarse en piscinas cuyo césped ardía al sol de agosto. Pepito Piscinas es la frontera que separa el landismo (con Torremolinos y las suecas como epicentro dramático) de El liguero mágico y otras presuntamente eróticas comedias del dúo Esteso-Pajares.
Pepito Piscinas induce a la risa pero también da pena. Porque las mujeres en biquini de aquel verano podían ser tocadas impunemente por el primer imbécil que pretendiese exhibirse como seductor en meyba.
En fin, que lo de cualquier tiempo pasado fue mejor nunca es verdad salvo en los maravillosos textos de Ana Iris Simón.
Mejor los veranos de hoy, aunque haga tanto calor. No obstante, cual espectros de otra época, a veces, en playas y piletas, aparece un Pepito Piscinas actualizado. Resulta un fenómeno fascinador aunque mejor no acercarse y zambullirse en el agua antes de que nos dé palique con su aroma a Ducados y Varón Dandy.
DANIEL SERRANO
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