Otro día hablamos de la capacidad interpretativa de Ben Affleck, asunto para la controversia ya que el actor combina un magnetismo y/o carisma de gran potencia con el hieratismo (a veces) torpe de un Víctor Mature metiendo tripa en sus películas de romanos. Pero ahora lo que nos ocupa en corroborar que Aguas profundas, thriller erótico que es lo más visto en Amazon Prime, resulta un fiasco de primera categoría.
Da lo mismo que en la vida real acabasen Ben Affleck y Ana de Armas siendo pareja porque en la pantalla, que es lo que cuenta, carecen de química alguna. Ana de Armas está bien y Ben Affleck pasaba por allí, como en la canción de Aute, y si cada cual actuase por su lado quizá ello bastaría pero la combinación de ambas actitudes planos compartidos es absolutamente letal. Y, sin embargo, lo peor de Aguas profundas no estriba en el trabajo de su elenco, apenas un detalle dentro de un desastre fílmico en toda regla.
Ver Aguas profundas es como regresar a los 80 (o, como mucho, a los 90), con ese erotismo antilujurioso que devastó las salas de cine cuando Orquídea salvaje o (claro) 9 semanas y 1/2.
Lo demencial es que a alguien le haya parecido una buena idea recuperar para la causa cinematográfica a Adrian Lyne, que resumió el espíritu conservador del reaganismo y el miedo al SIDA en Atracción fatal (¡maridos, no cometáis el pecado de la infidelidad!) y volvió a la carga de modo más explícito si cabe allá por 2002 con Infiel (¡esposas, no caigáis en el pecado de la infidelidad!).
Y ahora lo mismo: Aguas profundas presenta a una pareja formada por una mujer joven cuyo apetito sexual provoca el caos y un hombre maduro que tiene que tirar piedras a la cabeza de quienes se quieren acostar con su santa esposa.
Así. Tal cual.
Aguas profundas apesta a moralina barata pero es que, además, ni siquiera funciona visual o argumentalmente. Hay subtramas irresueltas, las chaquetas siempre le están pequeñas a Ben Affleck, a Ana de Armas le han hecho un guión al estilo del cine del destape de la Transición española y como thriller no hay misterio alguno.
Claro que… quizá se convierta en una de esas películas que de tan malas son buenas… de la que dan la vuelta y acabamos contemplando con cierta fascinación, como cuando vemos Juegos salvajes (la de Denise Richards, Neve Cambell y Matt Dillon) y quedamos hipnotizados ante la estupidez de su planteamiento, nudo y desenlace.
Pero, vamos, que quien quiera un buen thriller con carga erótica mejor que recupere Fuego en el cuerpo y además sirve como homenaje al gran William Hurt y para recordar cuando Kathleen Turner era icono ardiente para una cinefilia que, por ella, se vio arrastrada a pagar entrada por Tras el corazón verde.
Resumiendo: sí, Aguas profundas es tan mala como dicen.
Y aún peor.
DANIEL SERRANO
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