El título de este artículo proviene de una canción del añorado Moncho Alpuente (cuando lideraba en los 70 aquel artefacto pop denominado De Santurce a Bilbao Blues Band) pero aquí de lo que se trata es de recordar aquel vehículo icónico en el que toda la familia viajaba. Otros veranos. Sin aire acondicionado y con carreteras donde desbarrancar.
Fue el 27 de junio de 1957 cuando Seat lanzaba al mercado el que se convertiría en uno de sus modelos más reconocidos y reconocibles: el 600.
¿Su precio? 73.500 pesetas. Para quienes no conocieran el siglo XX, hablamos de 442 euros que, aunque cueste creerlo, era un dineral a mediados del siglo pasado. Eso sí, era la mitad de lo que costaba el Seat 1400, el modelo de gama media/alta de la compañía española.
Hasta principios de los 70, en España se fabricaron cerca de 800.000 unidades de este recordado 600. Fue un modelo que formó parte del cambio en España. Tener un 600 era símbolo de estatus social, de triunfar en la vida. Cómo sería el asunto que, por momentos, la lista de espera para conseguir uno se iba a más de un año.
De fin de semana
Tener un 600 en casa, además de dar caché a la familia, permitía hacer escapadas de fin de semana. No era lo mismo quedarse por el barrio que conducir una hora hasta la sierra o un poco más para llegar al pueblo a ver a los abuelos. Abuelos que, orgullosos, presumían de hijo con estudios y con un 600.
Obviamente, cuando llegaba el verano, toda la familia tenía que meterse en el 600 y llegar a playas mediterráneas. A vuelapluma, en un 600 cabían los padres, los tres hijos, la abuela, los dos perros y, por supuesto, las maletas, incluidos los túpers para parar a comer poco después de pasar el desvío de La Roda.
Hasta siempre
Pero, como todo en la vida, el tiempo pasó y el 600 se quedó en un recuerdo de antaño. En agosto de 1973 se fabricó el último modelo y éste pasó a ser objeto de coleccionista.
España se iba modernizando y el coche que había revolucionado a todo un país, quedó relegado a modelo de uso urbano. Los coches familiares empezaban a despuntar y es lógico, por la salud de las familias que tenían que colar 14 personas en un 600.
Este Seat 600 tenía un aspecto a medio camino entre lo más cool del momento y lo más rancio del siglo XX. Algo lógico, pues Dante Giacosa, el genio del diseño italiano, se inspiró en el Fiat 500, el famoso Topolino, fabricado en 1936. A pesar de todo, el 600 estaba muy por delante en modernidad de lo que estaba una España en pleno franquismo.
Es más, el 600 fue el que ayudó a muchas familias a salir de esa monotonía aturdidora que quería imponer la Dictadura y que, cosas de la vida, más de medio siglo después, algunos partidos políticos quieren volver a instaurar. La diferencia es que ahora, no hay 600 por las calles de España, y que es la propia ciudadanía la que entrega el poder a estos recortadores de derechos.
Cuesta creer que la industria automovilística haya evolucionado de los 600 a los Tesla, mientras que la ciudadanía haya pasado de sufrir una dictadura a elegir por convicción propia. En fin, larga vida al 600.
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