Han pasado diez años desde que Sara Montiel se marchó para siempre. Falleció un 8 de abril de 2023. Siempre es buen momento para recordar su categoría de icono. Y su carisma como actriz que llegó al mismísimo Hollywood para regresar y ser cartel de la Gran Vía madrileña durante meses, adorada como cupletista o violetera.
Nacida en Campo de Criptana (Ciudad Real), tuvo su primer papel en la película Te quiero para mí con sólo 16 años, para el cual tuvo que prepararse aprendiéndose de memoria el texto que le dictaban, ya que no sabía leer con fluidez.
Pero esto no supuso un obstáculo para Sara Montiel, cuyo verdadero nombre era María Antonia Alejandra Vicenta Elpidia Isidora Abad Fernández. Así, la actriz pasaría de los molinos manchegos a las calles de Los Angeles en sólo unos años… Pero vayamos paso por paso.
Sus comienzos
Tras su primer papel secundario con sólo 16 años, pronto pasaría a protagonizar su primera película, Empezó en boda (1944), donde compartiría cartel con Fernando Fernán Gómez.
Tras participar con pequeños papeles en más filmes como Bambú o la versión de 1947 de Don Quijote de La Mancha, consiguió su primer trabajo de importancia en el exitoso melodrama histórico Locura de amor, basado en la vida de la reina Juana la Loca.
Pero el cine español de la época se le quedaba pequeño y, siguiendo los consejos de Miguel Mihura, con quien mantenía una relación, decidió hacer las Américas y continuar su trabajo en México y Estados Unidos.
De hecho su película española de aquel momento, la coproducción Aquel hombre de Tánger (1953) ya anticipaba su salto internacional ya que incluía en el reparto nombres como Nils Asther, Greta Garbo, Joan Crawford y Barbara Stanwyck.
El caso es que Sara Montiel puso rumbo a México, su primera parada antes de desembarcar en Hollywood.
Denominada en el país azteca como Sarita Montiel, la actriz participó en catorce producciones mexicanas, debutando con la película Furia roja, a la que siguieron filmes como Cárcel de mujeres, Necesito dinero, Porque ya no me quieres o Piel canela, que se rodó en parte en Cuba.
Durante su etapa mexicana, Sara se codeó con grandes figuras de la época, como Diego Rivera, Frida Kahlo o la actriz Merle Oberon.
Y no tardó Sarita Montiel en cruzar Río Grande.
De Hollywood al estrellato
Sus interpretaciones en Cárcel de mujeres y Piel canela abrieron a Sara Montiel las puertas de Hollywood en 1954. Su primer trabajo fue en el western Veracruz, donde trabajó junto a Gary Cooper, Burt Lancaster, Denise Darcel, Cesar Romero, Ernest Borgnine y Charles Bronson.
Según se ha publicado de modo recurrente en las diferentes biografías periodísticos sobre Sara Montiel, la actriz recibió la oferta de un contrato de siete años con Columbia Pictures, pero lo rechazó pues temía que un acuerdo de exclusividad la encasillase en papeles de hispana.
Su segundo trabajo en Estados Unidos fue la película musical Serenade donde trabó amistad con Joan Fontaine y se codeó con Elizabeth Taylor y James Dean, quienes rodaban Gigante en un plató cercano.
Durante una breve estancia en España Sara rodó El último cuplé, y sin esperar a su estreno, regresó a Estados Unidos para abordar su tercer filme en Hollywood, Run of the Arrow que en España se estrenaría como Yuma.
Gracias a sus prometedores trabajos en Hollywood y a su matrimonio con Anthony Mann, trató con jóvenes estrellas que empezaban a destacar como Marlene Dietrich, Ingrid Bergman, Greta Garbo, Frank Sinatra, Alfred Hitchcock, Henry Fonda, Kirk Douglas, Bob Hope, Marlon Brando, James Dean y Rock Hudson, entre otros.
Aunque tenía proyectos para realizar otras películas en Estados Unidos, como The Americano o The Burning Hills, ella decidió volver a España y, lo que iba a ser una estancia temporal, se convirtió en permanente debido a su éxito con El último cuplé, lo que hizo que no volviera a trabajar en Hollywood.
El último cuplé, el éxito que le cambiaría la vida
No albergaba grandes expectativas con El último cuplé, cinta de bajo presupuesto que rodó más por amistad con el director Juan de Orduña (quien había lanzado su carrera en Locura de amor) que por dinero, pero este filme supuso un antes y un después. La película fue un éxito de taquilla inmenso, en parte gracias al descubrimiento del peculiar talento musical de Sara, con su voz grave y susurrante, y su modo de cantar tan poco ortodoxo.
Gracias a este taquillazo, Sara Montiel firmó un contrato multimillonario para realizar películas en forma de coproducciones europeas que la convirtieron en la estrella de habla española mejor pagada de la década. Se dijo que con La violetera empezó a cobrar un millón de dólares por cada rodaje. Esto fue lo que le hizo no regresar a Hollywood ya que, según ella, “después del éxito de El último cuplé, ¿iba a seguir haciendo de india?“. (Disculpen la incorrección política, eran otros tiempos).
En La violetera y en su siguiente película, Carmen la de Ronda, la artista volvió a cantar con su voz grave y estilo particular. A dichos filmes les sucedieron otros doce en los siguientes quince años, todos dentro del género de cine musical y enteramente concebidos para el lucimiento de su protagonista.
Por desgracia, según los críticos, Sara Montiel terminó muriendo de éxito como actriz ya que se encasilló en un género melodramático sin evolución que a principios de los años 70 perdía gancho frente al nuevo cine de destape.
Adiós al cine, hola a “las varietés”
Con la llegada de la Transición, Sara Montiel decidió dejar el mundo del cine con apenas 46 años, pero se volcó en su faceta musical, con recitales en teatros y presentando programas de variedades en televisión.
Aunque diversos directores como Pedro Almodóvar le ofrecieron guiones ella se mantuvo firme en su negativa a regresar a la gran pantalla, afirmando que el antiguo star-system había desaparecido y que ella no encajaba en el nuevo tipo de cine que se estaba produciendo.
Como cantante tuvo gran éxito en su carrera, grabando más de 700 canciones que se publicaron en más de 50 álbumes. Volvió a poner de moda el cuplé con su forma de cantar, de modo que sus grabaciones se publicaron en diversos países europeos y americanos y desde Rusia hasta Brasil.
Sara Montiel es, un poco, como aquella definición (apócrifa) de Lola Flores (“no canta, no baila… ¡tienen que verla!”): una actriz cuyas mejores virtudes estaban en un indefinible carisma que traspasaba la pantalla y obligaba a mirar.
Seguiremos recordándola.
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