Cómo recuperé la fe en las series tras ver ‘Fleishman está en apuros’

Cómo recuperé la fe en las series tras ver ‘Fleishman está en apuros’

Veo series y las olvido al instante. ¿Le pasa a usted también? Claro que sí. Porque la filosofía del volumen como medida de todas las cosas (“cuanto más, mejor” en vez de “cuanto mejor, mejor” ) tan del gusto de Google o Netflix ha convertido la producción de ficciones en una máquina de generar indistinguibles entretenimientos efímeros. O sea, que se hacen muchas series e, incluso, casi parece que son buenas pero la realidad es que hace mucho que no nos emocionamos como cuando veíamos Perdidos o The Wire. O Doctor en Alaska, cuya redifusión ha supuesto todo un sintomático fenómeno. Eso sí que eran series, ha suspirado medio planeta. Lo cual significa que las de ahora nos dan exactamente igual.

Tan largo prolegómeno me es necesario para justifcar la conmoción que para mí ha supuesto descubrir  Fleishman está en apuros, serie de FX que en España puede verse a través de Disney + y que adapta una novela de la escritora Tassy Brodesser Akner.

La autora de la novela ha participado en el guion de esta adaptación que dirigen Jonathan Dayton y Valerie Faris, a quienes el mundo descubrió con Little Miss Sunshine.

El reparto lo encabeza (formalmente) Jesse Eisenberg pero la verdadera protagonista, como descubriremos casi al final de la serie, es el personaje que interpreta Claire Danes. Su trabajo es lo más desgarrador que he visto en pantalla en muchísimo tiempo (y por eso se llevó el Globo de Oro y el premio de la Crítica).

Lo que comienza siendo una especie de sucedáneo de comedia neoyorquina con algo del viejo Woody Allen y mucho humor urbanita deriva pronto en algo más profundo.

Un divorciado cuarentón (Jesse Eisenberg) se levanta una mañana y comprueba que, por sorpresa, tiene a su hija a su hijo en el apartamento que ocupa. Su ex se ha largado, le ha dejado a la prole y no dará señales de vida durante días y él tendrá que asumir el reto de enfrentarse a una vida nueva. Justamente cuando, además, está experimentando toda una revolución sexual por efecto del uso de las aplicaciones de contactos.

Pero, en realidad, más allá de la sinopsis,  Fleishman está en apuros habla del paso del tiempo, del anhelo por volver siempre al principio, de cómo nos hacemos daño y, sobre todo, de la manera en que la mujer presuntamente emancipada de las sociedades modernas sigue sufriendo la presión extenuante de viejos clichés y obligaciones heteropatriarcales. Y una violencia que no se extingue.

Ese último aspecto de serie, el referido al papel de la mujer, estalla dolorosamente en el capítulo 7. Lo diré: el capítulo 7 de Fleishman está en apuros es una obra maestra absoluta. Un giro de guion que nos golpea y nos emociona hasta las lágrimas y le da un sentido distinto a los eoisodios precedentes. Otra versión del relato que hemos contemplado. Una versión que nos deja en shock.

Viendo el capítulo 7 de Fleishman está en apuros recuperé esa sensación de asistir al verdadero prodigio de la ficción seriada. Como cuando vi por primera vez Twin Peaks o quedé perplejo con Perdidos o contemplé a Walter White en calzoncillos sudando en medio del desierto con una pistola en la lmano.

Hemos impuesto a la producción de series la misma filosofía que a los contenidos de YouTube, TikTok o Google. Más madera, es la guerra. Todos los meses las plataformas de streaming estrenan decenas de series y todas son presentadas como piezas magistrales. La inmensa mayoría están condenadas al olvido. El algoritmo, muchas veces, logra que acabemos ingiriéndolas pero apenas recordamos, pasados un par de días, cuál era su sustancia. Ninguna, seguramente.

Fleishman está en apuros es otra cosa.

Estamos ante un trabajo de verdad sobresaliente: un guion prodigioso, unas interpretaciones magníficas (insistamos en la increíble capacidad de Claire Danes para provocarnos un impacto tan doliente como hermoso) y una dirección ajustada a lo que se pretende. El drama de hacerse adulto (muy adulto) contado con lenguaje adulto. Y algunas risas. Y bastantes lágrimas.

DANIEL SERRANO

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