‘Cowboy Carter’: una obra maestra de Beyoncé

‘Cowboy Carter’: una obra maestra de Beyoncé

Le dice Michelle Obama a Beyoncé a propósito de Cowboy Carter, el último disco de la artista: “Has vuelto a cambiar las reglas del juego al redefinir un género musical y transformar nuestra cultura”. Y no podemos estar más de acuerdo. Cowboy Carter es un disco estimulante, una osada incursión en el territorio de la música country, durante demasiado tiempo fortificado frente a las influencias (o la mera presencia) de lo afroamericano. Y Beyoncé se coloca el sombrero de cowgirl y cabalga, sin prejuicio alguno, por las praderas del country y reivindica esa parte del folclore norteamericano que, tantas veces, fue secuestrado por la derecha estadounidense (¿alguien se acuerda de aquellas Dixie Chics masacradas sin piedad por oponerse públicamente a la guerra de Irak?).

En Cowboy Carter escuchamos la voz de Beyoncé pero también a Dolly Parton, Miley Cyrus, Willie Nelson, Post Malone… Y samplea en la misma pieza This boots are made for walking y Good vibrations. Y resulta imponente versionando Blackbird, esa delicada maravilla compuesta por Paul McCartney.

Es un álbum redondo, emocionante, lleno de descubrimientos.

Y, sobre todo, cargado de ambición, con una idea central a desarrollar, un salto hermosísimo, ese talento mayúsculo de las grandes artistas que no se limitan a facturar sino que entienden que su discurso es una herramienta para llegar más lejos musicalmente, para ampliar horizontes.

En tiempos de IA y mediocridad ambiental hay nombres (en femenino) de la gran industria que continúan aportando algo verdaderamente nuevo y valioso a la música: Billie Eilish, Taylor Swift, Dua Lipa, Miley Cyrus… y por supuesto Beyoncé.

¿Demasiado mainstream para paladares exquisitos?

Escúchese Cowboy Carter sin anteojeras y descubramos una obra maestra de la música contemporánea, permítannos el exceso y disculpen que nos sumemos al obvio coro de la crítica y los locutores de radio que recitan al dictado las notas de promoción de las disqueras.

Pero hay veces que las cosas son como son.

Y Beyoncé alcanza con este último trabajo alturas siderales, con algo de disco conceptual a la vieja usanza, como un viaje en automóvil por las inacabables llanuaras del medio Oeste, escuchando la radio, explorando mediante el dial los sonidos de la América profunda.

Gracias, Beyoncé, y no podemos concluir sin mencionar otra magnífica versión de Cowboy Carter: Jolene, el clásico popularizado por Dolly Parton (versión no exenta de polémica: lean, si quieren, este interesante artículo de Marta Peirano al respecto),

Resumiendo: Cowboy Carter se constituye en demostración inequívoca de que las fronteras, en la música, están para ser derribadas. Estas botas se hicieron para caminar.

DANIEL SERRANO

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