Vacaciones de antaño / Cuando éramos boy scouts

Hubo un tiempo en que ser tuno y boy scout era cool o, como se decía por aquel entonces, molaba.

Quizás, eran tiempos más sencillos. A todos los niveles. Empezando porque se pagaba en pesetas y terminando porque no había Internet y, por tanto, no había tanto gañán con altavoz e ínfulas.

Además, la no existencia de Internet tal y como se conoce ahora, favorecía los juegos en la calle, las interacciones sociales y, sobre todo, la asunción de que al llegar el verano, había dos opciones para los estudiantes: abuelos en el pueblo o campamento. Y dentro del segundo grupo, una alternativa más que aceptada eran los boy scouts.

La mili de los menores

Hubo un tiempo en España en la que la vida de un niño o niña de bien, estaba prácticamente organizada hasta los 20 años. Bautizo, colegio, comunión, boy scouts, confirmación y mili. A partir de ahí, el que no venía de la mili enganchado a algo, podía optar por ir a la universidad, una FP o trabajar en la mercería familiar.

Y sí, los boy scouts eran una alternativa veraniega que muchos integrantes de la Generación X y Boomers vivieron en sus propias carnes, con variopintas consecuencias. Entre ellas, claro está, algún que otro trauma. Y es que llevar a determinados menores a la montaña, de acampada, con bichos, animales que hacen ruidos pero que no están a la vista y monitores inquietantes, puede ser un chollo para psicólogos a medio y largo plazo.

Ahora, eso no quita para que la mayoría de boy scouts vivieran su experiencia de la mejor manera posible. Desde encontrar a su primer amor, hasta dar con una vocación futura como monitores, pasando por el aprendizaje de lo que, en principio, era un plan para educar física, moral y cívicamente. Un plan que comenzó a principios de siglo XX en España pero que, tras la Guerra Civil, fue debidamente asumido por Franco y devuelto con un tamiz patriótico religioso con olor a naftalina.

Obviamente, el Caudillo vio en los boy scouts una forma sencilla y efectiva de adoctrinar a las nuevas generaciones, por lo que no dudó en integrar a esta organización en el Frente de Juventudes, las Nuevas Generaciones falangistas. No tardaron en derechizar la organización, cambiando desde sus ideales, hasta su estética. Incluso el himno de los exploradores, llamado Himno al Sol, es curiosamente similar al Cara al Sol. ¿Casualidad?

El daño que hizo Russell

Para entender la situación actual de los boy scouts, hay que remontarse a Up, la película de Pixar lanzada en 2009. En esa memorable historia, aparece el joven Russell, un orgulloso miembro de los Exploradores Intrépidos con una estética boy scout canónica.

El objetivo vital del joven Russell es completar su colección de medallas para subir de grado en los escultistas (como se conoce a los boy scouts en España). La única que le falta es Ayudar a los Mayores. 

Foto: Pixar Animation Studios

Curiosamente, Russell se presenta ante el espectador como un niño educado, responsable, con honor, leal, amante de la naturaleza y los animales, y dispuesto a sacrificar su tiempo por ayudar a los demás. El hijo que todo padre o madre querría tener pero que, cosas del siglo XXI, es recordado siempre con un punto de mofa, por las ideas preconcebidas de mucha gente sobre los boy scouts. Lo mismo que pasa con los tunos.

A pesar de ello, los escultistas siguen con su labor de formación de menores y, además, con menos notoriedad que antaño, lo que les da más libertad de movimiento y, a los niños y niñas que forman parte de ello, la posibilidad de permanecer bajo el radar, evitando unas burlas que ahora pueden llegar tanto analógica como digitalmente. Ahora se entiende mucho mejor el lema de los boy scouts: Siempre listo.

JESÚS REDONDO